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La formación del carácter
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Los caracteres defectuosos a veces se heredan
Entre los niños y jóvenes, hay que tratar con toda clase de carac-
teres, cuyas mentes son impresionables. Muchos de los niños que
asisten a nuestras escuelas no han tenido la debida preparación en
el hogar. A algunos se los dejaba hacer como querían; a otros se
los criticaba y desalentaba. Se les ha manifestado muy poca dispo-
sición placentera y alegre; se les han dirigido muy pocas palabras
de aprobación. Han heredado los deficientes de sus padres, y la
disciplina del hogar no les ha ayudado en la debida formación del
carácter.—
Consejos para los Maestros Padres y Alumnos acerca de
la Educación Cristiana, 184 (1913)
.
[192]
Los defectos se fortalecen con los años
Los niños aprenden lecciones que son difíciles de desaprender.
Cada vez que se los somete a restricciones a las cuales no están
acostumbrados, o se les pide que se dediquen a estudiar con intensi-
dad, recurren a sus poco juiciosos padres en procura de simpatía y
complacencia. De este modo se fomenta un espíritu de inquietud y
descontento, la escuela en su conjunto sufre bajo esa influencia des-
moralizadora, y la carga del maestro resulta mucho más pesada. Pero
la pérdida más grande la sufren las víctimas de esa desorientación
paterna. Los defectos de carácter que un correcto adiestramiento
podría haber corregido, permanecen así y se fortalecen con los años,
para perjudicar y hasta destruir la utilidad de su poseedor.—
The Re-
view and Herald, 21 de marzo de 1882
;
Fundamentals of Christian
Education, 65
.
La complacencia desestabiliza el carácter
En algunas familias, los deseos del niño son ley. Se le da todo lo
que desea. Se fomenta su disgusto por lo que no le gusta. Se supone
que esas complacencias lo hacen feliz, pero son esas mismas cosas
las que lo hacen desasosegado, descontento e imposible de satisfacer.
La complacencia ha echado a perder su gusto por el alimento sencillo
y saludable, por el uso recto y útil de su tiempo; la complacencia
ha hecho la obra de desquiciar aquel carácter para el tiempo y la
eternidad.—
Conducción del Niño, 254 (1897)
.