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Función vital de las leyes de Dios
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en quien esté persuadido de haber transgredido sus requerimientos.
Si la ley abarcara solo la conducta externa, los hombres no serían
culpables de sus pensamientos, deseos y designios erróneos. Pero
ella requiere que el alma misma sea pura y la mente santa, que los
pensamientos y sentimientos estén de acuerdo con la norma de amor
y justicia.—
Mensajes Selectos 1:248 (1898)
.
Solo el hombre es desobediente
El hombre por sí mismo es desobediente a las leyes de Jehová.
Cuando el Señor ordena a la naturaleza que dé testimonio de las
cosas que él ha hecho, esta instantáneamente testifica de la gloria de
Dios.—
Comentario Bíblico Adventista 3:1162 (1898)
.
Todos debemos conformarnos a la ley de Dios
Cristo vino para dar un ejemplo de perfecta conformidad con la
ley de Dios, tal como se requiere de todos, desde Adán, el primer
hombre, hasta el último hombre que viva en la tierra. Declaró que
su misión no consistía en destruir la ley sino en cumplirla mediante
una perfecta y cabal obediencia. De esa manera la magnificó y
engrandeció. Por medio de su vida manifestó su naturaleza espiritual.
A la vista de los seres celestiales, de los mundos que no han caído y
de un mundo desobediente, desagradecido e impío, él cumplió los
abarcantes principios de la ley.
Vino para demostrar el hecho de que la humanidad, aliada por
la fe con la divinidad, puede guardar los mandamientos de Dios.
Vino para poner en claro el carácter inmutable de la ley de Dios,
para declarar que la desobediencia y la transgresión nunca serán
premiadas con la vida eterna. Vino como hombre a la humanidad,
para que esta pudiera tocar la humanidad, mientras la Divinidad se
aferraba del trono del Altísimo.
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Pero en ningún caso vino para disminuir la obligación del hom-
bre de ser perfectamente obediente. No destruyó la validez de las
Escrituras del Antiguo Testamento. Cumplió lo que había sido pre-
dicho por Dios mismo. Vino, no para liberar a los hombres de los
requerimientos de la ley, sino para abrir un camino por medio del
cual pudieran obedecer esa ley y enseñar a otros a hacer lo mismo.—
The Review and Herald, 15 de noviembre de 1898
.