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La comunicación
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que el mundo haya conocido.—
The Review and Herald, 10 de marzo
de 1903
.
No pronuncie palabras de crítica, tajantes o severas (consejo a
un pastor y escritor)
El Señor nos ayudará a cada uno de nosotros en lo que más
necesitemos en la magna obra de dominar y vencer el yo. Que
esté la ley de la clemencia en su lengua y el óleo de gracia en
su corazón; esto producirá maravillosos resultados: serán tiernos,
simpáticos, corteses. Todos necesitamos estas gracias. Se ha de
recibir e introducir el Espíritu Santo en su carácter; entonces será
como fuego santo que exhalará incienso que ascenderá a Dios, no
de labios que condenen, sino como un restaurador de las almas
humanas. Su semblante expresará la imagen de lo divino.
No es necesario pronunciar palabras mordaces, bruscas ni se-
veras. Este es fuego vulgar, y debe quedar fuera de todos nuestros
concilios y de las relaciones con nuestros hermanos. Dios requiere
que toda alma que está a su servicio encienda su incensario con los
carbones del fuego sagrado.
Hay que refrenar las palabras vulgares, severas y ásperas que
emanan tan fácilmente de sus labios, y el Espíritu de Dios hablará
mediante el ser humano. La contemplación del carácter de Cristo los
transformará a su semejanza. Solo la gracia de Cristo puede cambiar
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su corazón, y entonces reflejarán la imagen del Señor Jesús. Dios
los insta a que sean como él: puros, santos e inmaculados. Hemos
de llevar la imagen divina.—
Comentario Bíblico Adventista 3:1182
(1899)
.
Palabras que destruyen la vida
Tendrá que pasar por duras pruebas. Ponga su confianza en el
Señor Jesucristo. Recuerde que por su vehemencia usted se daña a sí
mismo. Si en toda circunstancia se sienta en los lugares celestiales
con Cristo, sus palabras no estarán cargadas con balas que hieren
los corazones y que pueden destruir la vida.—
Carta 169, 1902
.