La comunicación
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tá controlando su mente y su corazón. Si Cristo gobierna su corazón,
sus palabras manifestarán la pureza, la belleza y la fragancia de un
carácter modelado y conformado según su voluntad. Pero desde que
cayó, Satanás ha sido acusador de los hermanos, y usted debe po-
nerse en guardia, no sea que manifieste ese mismo espíritu.—
Carta
69, 1896
.
La repetición es necesaria
No esperen, cuando hayan tratado un tema una vez, que sus oyen-
tes retendrán todo lo que ustedes han presentado. Existe el peligro de
pasar demasiado rápido de un punto a otro. Dense lecciones cortas,
en lenguaje claro y sencillo, y repítanse a menudo. Los sermones
cortos serán recordados mucho mejor que los largos. Nuestros ora-
dores necesitan recordar que los temas que presentan pueden ser
nuevos para algunos de sus oyentes; por lo tanto, conviene repasar a
menudo los principales puntos.—
Obreros Evangélicos, 177 (1915)
.
Los modales nerviosos y apresurados impiden la comunicación
Los ministros y maestros deben dedicar atención especial al
cultivo de la voz. Tienen que aprender a hablar, no de una manera
nerviosa y apresurada, sino con enunciación lenta, distinta y clara, y
conservando la música de la voz.
La voz del Salvador era como música a los oídos de aquellos
que habían estado acostumbrados a la prédica monótona y sin vida
de los escribas y fariseos. Él hablaba lenta e impresionante, recal-
cando las palabras a las cuales deseaba que sus oyentes prestasen
atención especial. Ancianos y jóvenes, ignorantes y sabios, todos
podían comprender el pleno significado de sus palabras. Esto hu-
biera sido imposible si él hubiese hablado en forma apresurada,
acumulando frase sobre frase sin pausa alguna. La gente lo escu-
chaba con mucha atención, y se dijo de él que hablaba no como
los escribas y fariseos, sino que su palabra era como de quien tiene
autoridad.—
Consejos para los Maestros Padres y Alumnos acerca
de la Educación Cristiana, 227 (1913)
.
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