Cómo aconsejar
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las opiniones de los grandes hombres y las teorías de la falsamen-
te llamada ciencia.—
The Review and Herald, 24 de noviembre de
1891
.
El gran consejero
Acudan a Dios con todas sus necesidades. No vayan a otro con
sus pruebas y tentaciones; solo Dios puede ayudarlos. Si cumplen las
condiciones implícitas en las promesas del Señor, estas se cumplirán
en ustedes. Si sus mentes están fijas en el Altísimo, no pasarán del
éxtasis al valle del desaliento cuando sobrevengan las pruebas y
tentaciones. No hablarán con los demás acerca de dudas y sombras.
No dirán: “No sé nada de esto ni de aquello. No me siento feliz.
No estoy seguro de que tengamos la verdad”. No lo harán, porque
tendrán un ancla segura y firme para el alma.
Cuando hablamos acerca de desánimo y tinieblas, Satanás es-
cucha con regocijo infernal, porque le agrada saber que nos ha
sometido a su servidumbre. No puede leer nuestros pensamientos,
pero puede ver nuestras acciones y oír nuestras palabras; y gracias
a su amplio conocimiento de la familia humana, puede adaptar sus
tentaciones para sacar provecho de las debilidades de nuestros ca-
racteres. Y cuán a menudo le permitimos que descubra el secreto de
cómo lograr la victoria sobre nosotros. ¡Oh, si pudiéramos controlar
nuestras palabras y nuestros actos! Cuán fuertes llegaríamos a ser si
nuestras palabras fueran de tal naturaleza que no nos avergonzára-
mos de ellas cuando veamos su registro en el día del juicio. Cuán
diferente serán en el día de Dios de lo que nos parecían cuando las
pronunciamos.—
The Review and Herald, 19 de mayo de 1891
.
Se encuentra entre nosotros el gran Consejero de los siglos,
invitándonos a poner su confianza en él. ¿Nos apartaremos de él
para buscar a vacilantes seres humanos que dependen totalmente de
Dios, igual que nosotros? ¿Tan por debajo de nuestros privilegios
hemos caído? ¿No hemos sido culpables de esperar demasiado poco,
al punto de no pedir lo que Dios anhela darnos?—
The Review and
Herald, 9 de junio de 1910
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