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Compartiendo confidencias
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la presencia de Cristo a cada paso, Satanás tendrá poca oportunidad
de introducir sus tentaciones. Su gran obra es apartarnos de nuestro
mejor Amigo, el que más se solidariza con nosotros. Nadie, fuera de
Jesús, debe ser nuestro confidente. Podemos comunicarle con seguri-
dad todo lo que está en nuestro corazón.—
Joyas de los Testimonios
2:60 (1882)
.
Precaución acerca de las confesiones
Nunca estimuléis a los hombres a ir a vosotros en busca de
sabiduría. Cuando los hombres acudan a vosotros en procura de
consejo, señaladles a Aquel que lee los motivos de cada corazón.
Un espíritu diferente debe compenetrar nuestra obra ministerial.
Nadie debe actuar como confidente, ni ningún hombre debe ser
exaltado como supremo. Nuestra obra consiste en humillar el yo y
exaltar a Cristo ante la gente. Después de su resurrección, el Salvador
prometió que su poder acompañaría a todos los que salieran en su
nombre. Exáltense este poder y este nombre. Necesitamos recordar
continuamente la oración de Cristo para que el yo fuera santificado
por la verdad y la justicia.—
Mensajes Selectos 2:193, 194 (1907)
.
No confiesen pecados secretos a otros seres humanos a menos
que sean guiados a ello por el Espíritu Santo (consejo a la
congregación)
Preséntenles estos pensamientos a las personas que les piden que
oren por ellas: “Somos seres humanos; no podemos leer el corazón
ni conocer los secretos de su vida. Únicamente usted y Dios los
conocen”.
Si se arrepienten ahora de sus pecados, si ven que en alguna
circunstancia no han andado de acuerdo con la luz que Dios les dio,
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y no han honrado su cuerpo, templo del Señor, sino que debido a
malos hábitos lo han degradado, sin recordar que es propiedad de
Cristo, confiesen esas cosas a Dios. A menos que el Espíritu Santo
los guíe de una manera especial a confesar sus pecados privados
a alguien, ni siquiera los susurren a nadie.—
Our Camp Meetings
[Nuestros congresos], pp. 44, 45, 1892;
Counsels on Health, 373,
374
.