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Mente, Carácter y Personalidad 2
Debemos meditar en las Escrituras, para pensar sobria y cándida-
mente en temas que tienen que ver con nuestra salvación eterna. La
misericordia y el amor infinitos de Jesús, el sacrificio hecho en nues-
tro favor, requieren nuestra más seria y solemne reflexión. Hemos de
espaciarnos en el carácter de nuestro amado Redentor e Intercesor.
Debemos tratar de comprender el significado del plan de salvación.
Es preciso que meditemos en la misión de Aquel que vino a salvar a
su pueblo de sus pecados. Al considerar constantemente los temas
celestiales, nuestra fe y nuestro amor se fortalecerá.—
The Review
and Herald, 12 de junio de 1888
.
El daño causado a la salud debilita nuestra energía moral
Lo perjudicial para la salud no solo reduce el vigor físico, sino
que tiende a debilitar las facultades intelectuales y morales.—
El
Ministerio de Curación, 90 (1905)
.
Puesto que la mente y el espíritu hallan expresión por medio
del cuerpo, tanto el vigor mental como el espiritual dependen en
gran parte de la fuerza y la actividad físicas; todo lo que promueva
la salud física, promueve el desarrollo de una mente fuerte y un
carácter equilibrado.—
La Educación, 195 (1903)
.
El cuerpo: medio de expresión de la mente y el espíritu
El cuerpo es un medio muy importante para desarrollar la mente
y el espíritu en la edificación del carácter. De ahí que el adversario
de las almas encauce sus tentaciones para debilitar y degradar las fa-
cultades físicas. El éxito que obtiene de ello significa con frecuencia
la entrega de todo el ser al mal. A menos que las tendencias de la
naturaleza física estén dominadas por un poder superior, producirán
ciertamente ruina y muerte. El cuerpo debe ser puesto en sujeción a
las facultades superiores del ser. Las pasiones deben ser controladas
por la voluntad, que debe estar a su vez bajo el control de Dios. La
facultad regia de la razón, santificada por la gracia divina, debe regir
la vida.
El poder intelectual, el vigor físico y la longevidad dependen de
las leyes inmutables. Mediante la obediencia a esas leyes, el hombre
puede ser vencedor de sí mismo, vencedor de sus propias inclinacio-