Página 133 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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¿Deberían los cristianos ser miembros de sociedades secretas?
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cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas,
¿cuántas no serán las mismas tinieblas?”
Mateo 6:22, 23
.
Y si nuestra luz se convierte en tinieblas, ¿cómo seremos una
luz para el mundo?
La tarea de nuestra salvación personal también depende de nues-
tra colaboración con los instrumentos divinos. Dios nos ha impartido
facultades morales y susceptibilidades religiosas. Ha dado a su Hijo
como propiciación por nuestros pecados, para que nos reconciliára-
mos con Dios. Jesús vivió una vida de abnegación y sacrificio, para
que pudiésemos seguir su ejemplo. Ha dado el Espíritu Santo para
que esté en lugar de Cristo en todo sitio donde se requiera ayuda.
Utiliza las inteligencias celestiales para proporcionar poder divino
que el hombre pueda combinar con sus esfuerzos. Pero debemos
aceptar el don de Dios, debemos arrepentirnos y creer en Cristo. De-
bemos velar, orar y obedecer los requerimientos de Dios. Debemos
practicar la abnegación y el sacrificio personal por amor de Cristo.
Debemos crecer en Cristo estando constantemente relacionados con
él. Cualquier cosa que aleje la mente de Dios y la haga confiar en el
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hombre, o que la haga conformarse a la norma humana, nos impedirá
colaborar con Dios en la obra de nuestra propia salvación. Esta es la
razón por la cual el Señor prohibió que su pueblo formara alianza
con los paganos, “para que no sean tropezadero en medio de ti”.
Éxodo 34:12
. Dijo: “Porque desviará a tu hijo de en pos de mí”.
Deuteronomio 7:4
. Este mismo principio se aplica a la asociación
de los cristianos con los irreligiosos.
En relación con el pacto
Cuando aceptamos a Cristo como nuestro Redentor, aceptamos
la condición de ser colaboradores juntamente con Dios. Hicimos
un pacto con él por el cual nos entregábamos plenamente al Señor;
como mayordomos fieles de la gracia de Cristo debíamos trabajar
para la edificación de su reino en el mundo. Cada seguidor de Cristo
promete dedicar todas las facultades de la mente, del alma y del
cuerpo a Aquel que ha pagado el precio del rescate por nuestras
almas. Hemos prometido ser soldados, entrar en el servicio activo,
soportar pruebas, vergüenza y reproches, pelear la batalla de la fe, y
seguir al Capitán de nuestra salvación.