Página 141 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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¿Deberían los cristianos ser miembros de sociedades secretas?
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Una cuestión de lealtad a Dios
Muchas cosas que constituyen una ofensa para el Santo de Israel,
son aprobadas y apoyadas por el mundo. A Eva pudo parecerle una
cosa sin importancia alejarse de las restricciones específicas de Dios
y hacer lo que él había dicho que no hiciera, y Adán pudo tener
esa misma idea al seguir su ejemplo, pero precisamente eso mismo
había sido planeado por el archiengañador para destruir las almas
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de los hombres, induciéndolos a seguir sus propias fantasías antes
que la voluntad revelada de Dios. Así también en esas sociedades
se sostienen principios que colocan a los hombres bajo el poder
engañador de Satanás, alejándolos de las sendas seguras, llevándolos
hacia la rebelión contra Dios y haciéndoles despreciar sus santas
normas de justicia. “Velad y orad, para que no entréis en tentación”
(
Marcos 14:38
), es la orden repetida a menudo por nuestro Salvador.
Velad, velad con diligencia y cuidado, para que Satanás no tenga
éxito en entrampar las almas de aquellos por quienes Cristo pagó el
precio del rescate mediante su propia sangre.
Dios os pide a los que queréis ser sus hijos que actuéis como
si estuvieseis bajo la mirada divina, que adoptéis la santa norma
de justicia. Su justicia y su verdad son los principios que deberían
establecerse en cada alma. El que preserva su integridad hacia Dios,
será recto con el hombre. Ninguna persona que realmente ame a Dios
expondrá su alma a la tentación, por el soborno del oro y la plata, por
el honor ni por cualquier otra ventaja terrenal. “¿Qué aprovechará
al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué
recompensa dará el hombre por su alma?”
Marcos 8:36, 37
.
Los cristianos deben cortar todo vínculo que los una a esas
órdenes secretas que no están bajo el control de Dios. No pueden
ser leales a esas organizaciones y al mismo tiempo ser leales a Dios.
Ud. debe cortar su relación con esos organismos o de lo contrario
se identificará más estrechamente con ellos, y como resultado se
unirá más plenamente con ellos, y cortará los vínculos que lo unen a
los que aman y temen a Dios. El cristiano debe abandonar aquellas
cosas que constituyen una barrera para su espiritualidad, por muy
grande que sea el sacrificio. Es mejor perder dinero, posesiones y
hasta la vida misma, que poner en peligro los intereses vitales del
alma.
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