Página 175 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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Una exhortación dirigida a D. M. Canright
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tarde para siempre. No dé otro paso en las tinieblas, pero tome su
posición como un hombre de Dios.
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Si Ud. quiere elegir acertadamente el gran blanco y propósito de
la vida, sin cometer error en su elección y sin temer el fracaso, debe
poner a Dios en el primer lugar, en el último y en el mejor, en todo
plan, obra y pensamiento. Si Ud. busca una senda que conduzca
directamente a las tinieblas, lo único que debe hacer es arrojar la
luz de Dios detrás de Ud., y vivir sin Dios. Cuando Dios señale
su senda y diga: “Este es tu camino de seguridad y de paz”, Ud.
solamente tiene que volver su rostro e ir en dirección opuesta al
camino del Señor, y así sus pies se afirmarán en la perdición. Es la
voz del Cordero de Dios la que nos dice: “Sígueme, y no andarás en
tinieblas”.
Una comisión del rey de reyes
Dios lo ha elegido para que realice una obra grandiosa y solemne.
Ha estado procurando disciplinarlo y probarlo, para refinarlo y enno-
blecerlo, para que haga esta obra sagrada teniendo en cuenta sólo su
gloria, la cual pertenece plenamente a Dios. Cuán admirable es que
Dios elija a un hombre y lo ponga en estrecho contacto con él, y le
confíe una misión, un trabajo, que él debe hacer. Un hombre débil es
fortalecido, un hombre tímido es hecho valiente, el irresoluto llega
a ser un hombre de rápida y firme decisión. ¡Cómo puede ser que
un hombre tenga tanta importancia como para recibir una comisión
del Rey de reyes! ¿Lo apartará la ambición mundana del cometido
sagrado, de la santa comisión?
La Majestad del cielo vino a nuestro mundo para dar al hombre
un ejemplo de una vida pura y sin mácula, y para ofrecerse en
sacrificio a fin de tener el gozo de salvar a los que estaban destinados
a perecer. Todo el que sigue a Cristo es un colaborador suyo, y
comparte con él la obra divina de salvar a las almas. Si Ud. piensa
quedar libre de ella porque ve alguna perspectiva de unirse con el
mundo para obtener mayor renombre, esto se debe a que ha olvidado
cuánta grandeza y nobleza hay en hacer algo para Dios, y ha olvidado
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cuán exaltada es la posición de ser un colaborador con Jesucristo,
un portaluz para el mundo, que arroja luz y amor en el camino de
los demás.