Página 191 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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Normas generales para la remuneración de los obreros
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presentar el caso de una familia dispendiosa como una razón para
pedir sueldos más elevados? ¿Acaso no es suficiente la lección que
Cristo dio? El dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí,
niéguese a
sí mismo,
y tome su cruz, y sígame”.
Mateo 16:24
.
Nuestras instituciones se establecieron para servir como medios
efectivos en la promoción de la obra de salvar a las almas. Los que
se relacionan con ellas deben estudiar cómo pueden ayudar a la
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institución, y no cómo pueden extraer lo más posible de la tesorería.
Si toman más de lo que deben, ocasionan un perjuicio a la causa de
Dios. Que todos los que se relacionan con estas instituciones digan:
“No voy a fijar mi sueldo en una suma elevada, porque en esa forma
despojaría a la tesorería y estorbaría la proclamación del mensaje
de misericordia. Debo practicar la economía. Los que están en el
campo realizan una obra tan esencial como la que yo hago. Debo
hacer todo lo que sea posible para ayudarlos. Estoy empleando los
recursos de Dios, y obraré tal como Cristo hubiera actuado en mi
lugar. No gastaré dinero en cosas superfluas. Recordaré a los obreros
de Dios que están en los campos misioneros. Ellos necesitan más
recursos que yo. En su obra se relacionan con mucha pobreza y
aflicción. Deben alimentar al hambriento y vestir al desnudo. Debo
limitar mis gastos a fin de participar en su obra de amor”.—
Special
Testimonies, Serie B, 19:19, 20
.
Exhortación a la igualdad
Debería haber más igualdad entre nosotros. Hay demasiada bús-
queda ansiosa de recompensa. Se realizan estimaciones egoístas del
trabajo hecho. Que ninguna persona reciba un sueldo elevado porque
supone que ella se adapta especialmente para realizar cierto trabajo,
colocando así la obra que hace para Dios y para el adelantamiento
de su causa sobre una base mercenaria. Al que se le da mucho se
le pedirá mucho. Quienes argumentan que deberían recibir salarios
elevados a causa de sus habilidades y de sus dones particulares, de-
berían preguntarse a sí mismos: “¿De quién son los talentos con los
que estoy negociando? ¿He utilizado esos talentos para proporcionar
la mayor gloria a Dios? ¿He duplicado los talentos que me han
sido prestados?” El uso consagrado de esos talentos proporcionaría