Página 192 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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Mensajes Selectos Tomo 2
beneficios a la causa de Dios. Todos nuestros talentos pertenecen a
Dios, y algún día habrá que devolverle el capital y los intereses.
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Si los que se han relacionado con la obra de Dios durante muchos
años estudiaran cuidadosamente cuánto perjuicio han causado a la
viña del Señor mediante acciones imprudentes, por apartarse de los
principios correctos y por distraer recursos de la causa de Dios al
utilizar su influencia para conducir a otros por caminos torcidos,
en vez de codiciar sueldos más elevados se humillarían delante de
Dios con un arrepentimiento del que no es necesario arrepentirse.
Que se formulen esta pregunta: “‘¿Cuánto debes a mi amo?’.
Lucas
16:5
. ¿Qué cuenta rendiré por el talento mal utilizado, y por seguir
mis pensamientos no santificados? ¿Qué puedo hacer para borrar
los resultados de mis acciones imprudentes que han limitado tanto
los recursos de la causa?” Si cada persona hubiera desempeñado
fielmente su posición de confianza, hoy no habría escasez de recursos
en la tesorería del Señor.
Nuestra relación con la obra de Dios no debe considerarse desde
el punto de vista mercenario: según la estimación del hombre, tanto
trabajo hecho, tanto pago recibido. Cometen un gran error los que
suponen que sus servicios son inapreciables. Si se comprendiera que
Dios es fiel a su Palabra, habría un gran cambio en la valoración del
trabajo hecho para el Maestro.
Hay muchas cosas que deberían corregir en ellas mismas aquellas
personas que codician tanto. Alentar deseos egoístas de recompensa
constituye una actitud inadecuada. Este anhelo de sueldos elevados
ha expulsado el amor de Dios de muchos corazones. El orgullo
por la posición que se ocupa constituye un mal profundamente
arraigado que ha arruinado a miles de personas. Sí, decenas de miles
de seres humanos que buscaban ambiciosamente la distinción y la
ostentación, se han perdido porque perdieron de vista los principios.
Se valoraron y se compararon unos con otros. Su intensa ambición
por recibir crédito y recompensa ha producido una disminución en
su espiritualidad. Esta es una lección que todos deberíamos estudiar
cuidadosamente para ser amonestados contra la codicia y la avaricia,
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contra el orgullo que destruye el amor a Dios y corroe el alma.
Cuando una persona empleada en la obra de Dios rehúsa trabajar
por el sueldo que recibe, cuando rehúsa una suma razonable por sus
servicios, puede ser que reciba lo que pide, pero con frecuencia será