Página 199 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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Los obreros de nuestras instituciones
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Si queremos que nuestras instituciones sean tan prósperas como
Dios quiere que sean, debería haber más cuidado y oración más
fervorosa, unidos a un celo incansable y a un trabajo hábil. Para
relacionar a estos obreros con la causa puede requerirse un gran
desembolso de recursos. Pero si bien es cierto que es esencial eco-
nomizar en todo lo que sea posible, se encontrará que los esfuerzos
realizados por algunas mentes estrechas para ahorrar fondos em-
pleando a personas que realizan un trabajo barato, y cuya labor
corresponde en carácter con lo reducido de sus sueldos, con el tiem-
po llegará a constituir una pérdida. Se retardará el progreso de la
obra y se rebajará la causa.—
Carta 63, 1886
.
Los sueldos de los obreros institucionales
La obra de publicaciones se ha establecido con sacrificio: se
ha mantenido por la providencia especial de Dios. La iniciamos
con gran pobreza. Teníamos apenas lo suficiente para comer y para
vestirnos. Cuando escaseaban las papas y debíamos pagar un ele-
vado precio por ellas, las reemplazábamos con nabos. Seis dólares
por semana fue todo lo que recibimos durante los primeros años
de nuestro trabajo. Teníamos una familia numerosa, pero ceñimos
nuestros gastos a nuestras entradas. No podíamos comprar todo lo
que deseábamos, y debíamos soportar nuestras necesidades. Pero
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estábamos decididos a que el mundo recibiera la luz de la verdad
presente, de modo que entretejimos el espíritu, el alma y el cuerpo
con el trabajo. Trabajábamos desde la mañana hasta la noche, sin
descanso y sin el estímulo del sueldo... y Dios nos acompañaba.
Cuando prosperó la obra de publicaciones, aumentaron los sueldos
al nivel debido.
Una escala de sueldo equitativa
Mientras estaba en Suiza, me informaron desde Battle Creek
que habían ideado un plan según el cual ningún obrero de la oficina
debería recibir más de doce dólares por semana. Dije en esa ocasión
que eso no resultaría, porque algunos necesitarían recibir un sueldo
más elevado. Pero a ninguno relacionado con la oficina debería dár-
sele el doble de esa cantidad, porque si unas pocas personas insumen
tantos recursos de la tesorería, no es posible hacer justicia a todos.