Página 200 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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Mensajes Selectos Tomo 2
Los sueldos elevados proporcionados a unos pocos constituyen el
plan del mundo, mientras reciben menos otros obreros igualmente
meritorios. Esto no es actuar con justicia.
El Señor tendrá a hombres que le amen y le teman relacionados
con cada escuela, imprenta, sanatorio y casa editora. Sus sueldos no
deberían fijarse siguiendo las normas mundanas. Debería ejercerse,
hasta donde sea posible, un juicio excepcional para mantener, no una
aristocracia, sino una igualdad, lo cual constituye la ley del cielo.
“Todos vosotros sois hermanos”.
Mateo 23:8
. Unos pocos obreros
no deberían pedir sueldos elevados, y esos sueldos no deberían
ofrecerse como un incentivo para asegurarse el servicio de hombres
de habilidad y talento. Tal cosa sería actuar de acuerdo con los
principios mundanales. El aumento de los sueldos lleva aparejado
un aumento correspondiente de egoísmo, orgullo, ostentación, y un
lujo innecesario que no tiene la gente que hace lo más que puede
por pagar sus diezmos y entregar sus ofrendas a Dios. La pobreza
se ve a su alrededor. El Señor ama a unos tanto como a otros, con
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la excepción de que las almas abnegadas, humildes y contritas que
aman a Dios y se esfuerzan por servirle, son mantenidas siempre
más cerca del gran corazón del Amor Infinito que los hombres que
se sienten en libertad de poseer todas las cosas buenas de esta vida.
No debe imitarse la norma del mundo
He recibido muchos mensajes que insisten en que no debemos
copiar la norma del mundo. No debemos ceder a nuestra tendencia
a codiciar todo lo que podemos obtener, a gastar nuestros recursos
en vestidos y lujos de la vida tal como hacen los mundanos. Nos
nos hace ni un ápice más felices el vivir para agradarnos a nosotros
mismos. El gasto innecesario de dinero está privando de recursos a
la tesorería del Señor, y alguien tiene que sufrir la deficiencia. Los
medios requeridos para edificar el reino de Cristo en este mundo
están muy limitados debido a que los hombres roban a Dios en los
diezmos y en las ofrendas.
Que no prevalezca ni por un momento la idea de que el poder
que una persona tiene para imponer sueldos elevados constituye una
medida de su valor como obrero ante la vista de Dios. El mundo
considera el valor de un hombre mediante esta fórmula: “¿Cuál es