Fortaleza en la aflicción
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“El señor me fortalece”
7 de julio de 1892
. El Señor me fortalece mediante su gracia
para escribir cartas importantes. Los hermanos acuden a mí con
frecuencia en busca de consejo. Siento la firme seguridad de que
esta tediosa aflicción es para la gloria del Señor. No murmuraré,
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porque cuando me despierto en la noche me parece como si Jesús
me estuviese mirando. El capítulo 51 de Isaías es preciosísimo para
mí. El lleva todas nuestras aflicciones. Leo este capítulo llena de
confianza y esperanza (Manuscrito 19, 1892).
No pensaba en retroceder
10 de julio de 1892
. Desperté a Emil
a las cinco de la mañana
para que avivara el fuego de mi habitación y me ayudara a vestirme.
Agradezco al Señor porque tuve un mejor descanso nocturno que
de costumbre. Mis horas de vigilia las empleo en la oración y la
meditación. Una pregunta me asalta con insistencia: ¿Por qué no
recibo la bendición de la restauración de mi salud? ¿Debo interpretar
estos largos meses de enfermedad como una evidencia del desagrado
de Dios por haber venido a Australia? Contesto decididamente que
no; no me atrevo a creerlo así. Algunas veces, antes de salir de los
Estados Unidos, pensé que el Señor no quería que yo fuera a un país
tan distante, a mi edad y cuando tenía exceso de trabajo. Pero obe-
decí las indicaciones de la Asociación [General], como siempre he
procurado hacer cuando no tenía yo misma una comprensión clara.
Vine a Australia y encontré a los creyentes aquí en una condición
que requería ayuda. Durante semanas después de llegar aquí, trabajé
fervorosamente, tal como lo he hecho siempre en mi vida. Recibí
instrucciones acerca de la piedad personal, que debía transmitir...
Estoy en Australia, y creo que me encuentro en el lugar donde el
Señor desea que esté. No tengo intención de retroceder, aunque el
sufrimiento me acompañe constantemente. He recibido la bendita
seguridad de que Jesús es mío y que yo soy su hija. Las tinieblas
son rechazadas por los brillantes rayos del Sol de Justicia. ¿Quién
puede comprender el dolor que experimento, a no ser Aquel que se
aflige con todas nuestras aflicciones? ¿A quién puedo hablar, a no
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Emily Campbell, la secretaria y acompañante de la Sra. White.