Página 261 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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Seguridad para los que encaran la muerte
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al Señor, Mariana, porque Jesús, el Gran Médico, puede sanarla.
Reciba mi aprecio.—
Carta 379, 1904
.
College View, Nebraska, 16 de septiembre de 1904
QUERIDA HNA. MARIANA,
Me preocupo constantemente de su caso, y me aflige que tenga
pensamientos perturbadores. Quisiera reconfortarla si eso estuviera
a mi alcance. ¿No ha sido Jesús, el precioso Salvador, tantas veces
de ayuda en momentos de necesidad? No contriste el Espíritu Santo,
sino que deje de preocuparse. Esto es lo que Ud. ha dicho muchas
veces a otros. Permita que la consuelen las palabras de los que no
están enfermos como Ud. lo está. Mi oración es que el Señor la
ayude.
Si es la voluntad del Señor que Ud. muera, debería considerar
que es su privilegio encomendar todo su ser, cuerpo, alma y espíritu,
a las manos de un Dios justo y misericordioso. El no tiene senti-
mientos de condenación, como Ud. imagina. Quiero que deje de
pensar en que el Señor no la ama. Encomiéndese sin reservas a las
misericordiosas provisiones que él ha hecho. El espera que Ud. escu-
che su invitación... Ud. no necesita pensar que ha hecho cosa alguna
que inducirá a Dios a tratarla severamente. Yo sé por qué lo digo.
Tan sólo confíe en su amor y crea en su palabra... Ni la sospecha
ni la desconfianza deberían posesionarse de nuestra mente. Ningún
temor acerca de la grandeza de Dios debería confundir nuestra fe.
Que Dios nos ayude a humillarnos con mansedumbre y sencillez.
Cristo depuso su ropaje real y su corona regia, a fin de asociarse
con la humanidad, y demostrar que los seres humanos pueden llegar
a ser perfectos. Ataviado con el ropaje de la misericordia, él vivió
una vida perfecta en nuestro mundo, para mostrarnos su amor. El
ha llevado a cabo aquello que debería tornar imposible el no creer
en él. Descendió de su elevada posición en la corte celestial para
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tomar sobre sí la naturaleza humana. Su vida es un ejemplo de lo
que deberían ser las nuestras. Para que el temor a la grandeza de
Dios no borrara nuestra creencia en el amor de Dios, Cristo se con-
virtió en varón de dolores, experimentado en quebrantos. Si el ser
humano le entrega el corazón, éste se convertirá en un arpa sagrada
que producirá música sacra.—
Carta 365, 1904
.