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Mensajes Selectos Tomo 2
y se manifestaban decididamente contra su pasada experiencia ad-
ventista. Otros no se atrevían a hacer eso y no negaban la forma en
que el Señor los había conducido. Estos se alegraban de oír presentar
argumentos de la Palabra de Dios que armonizaran nuestra posición
con la historia profética. Al escuchar una explicación del chasco que
había resultado tan amargo para ellos, vieron que en realidad Dios
los guiaba, y se alegraron de la verdad. Esto suscitó la más tremenda
oposición de parte de los que negaban nuestra experiencia pasada.
Pero había un elemento peor aún, al que debíamos hacer frente
en la clase de personas que pretendían estar santificadas, que afirma-
ban que no podían pecar, que estaban selladas, que eran santas y que
todas sus impresiones y nociones constituían los pensamientos de
Dios. Hubo almas concienzudas que fueron engañadas por la fingida
piedad de estos fanáticos. Satanás había obrado arteramente para
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conseguir que esas personas engañadas aceptasen el sábado, porque
mediante su influencia, ejercida mientras pretendían creer una parte
de la verdad, él podía abrumar a la gente con muchos errores. Tam-
bién podía utilizarlos con ventaja para disgustar a los no creyentes,
quienes sindicaban como adventistas a esas personas inconsecuentes
e irrazonables. Esta clase de gente impuso a los creyentes pruebas y
cruces de manufactura humana, las cuales Cristo no les había pedido
que llevaran.
Pretendían sanar a los enfermos y hacer milagros. Tenían un
poder Satánico y fascinador, y sin embargo eran despóticos, dictato-
riales y cruelmente opresivos. El Señor nos utilizó como instrumento
para reprobar a esos fanáticos y para abrir los ojos de su pueblo fiel
a fin de que viese el verdadero carácter de su obra. El gozo y la
paz inundaron los corazones de los que rompieron con este engaño
satánico, y glorificaron a Dios al ver su infalible sabiduría mani-
festada al poner ante ellos la luz de la verdad y al contrastar sus
frutos preciosos con las herejías y los engaños de Satanás. La verdad
brilló en contraste con estos engaños como oro puro en medio de la
escoria.—
The Review and Herald, 20 de noviembre de 1883
.
Desfigurando la santidad de la obra
Se me ha encargado que mantenga siempre delante de nuestro
pueblo—ministros del Evangelio y todos los que pretenden estar