Página 393 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

Basic HTML Version

Se necesita una obra de purificación
389
personas con quienes nos encontramos en la calle. ¡Qué otras nuevas
más gozosas podrían comunicarse! Las querellas y las contiendas
[438]
con los creyentes o los incrédulos no constituyen el trabajo que Dios
nos ha encomendado.
Si Cristo es mi Salvador, mi sacrificio y mi expiación, entonces
no pereceré jamás. Creyendo en él tendré vida para siempre. Ojalá
que todos los que creen la verdad crean también en Jesús como su
Salvador personal. No me refiero a esa fe de poco valor que no está
sostenida por las obras, sino a esa fe fervorosa, vivaz, constante y
permanente que come la carne y bebe la sangre del Hijo de Dios. No
sólo quiero ser perdonada por la transgresión de la santa ley de Dios,
sino que también deseo ser elevada hacia la luz del rostro de Dios.
No quiero ser meramente admitida al cielo, sino que deseo que las
puertas se abran ampliamente para mí.
La salvación consiste en la unión con Cristo
¿Somos tan insensibles, como pueblo peculiar y nación santa,
al amor inenarrable que Dios ha manifestado por nosotros? La sal-
vación no consiste en ser bautizados, ni en tener nuestros nombres
registrados en los libros de la iglesia, ni en predicar la verdad, sino
que consiste en una unión viviente con Jesucristo, en ser renovados
en el corazón, en hacer las obras de Cristo con fe y en trabajar con
amor, paciencia, humildad y esperanza. Cada persona que está unida
con Cristo llegará a ser un misionero viviente para todos los que
viven a su alrededor. Trabajará por los que están cerca y lejos de
él. No tendrá sentimientos localistas, no se interesará en promover
solamente la rama de la obra sobre la cual preside, ni dejará que allí
termine su celo. Todos deben trabajar con interés para hacer progre-
sar cada rama de la obra. No debe haber amor propio ni intereses
egoístas. La causa es una y la verdad constituye un gran todo.
Podría formularse esta pregunta con una actitud de fervor y
ansiedad: “¿He alentado la envidia en mí, y he permitido que los
celos anidasen en mi corazón?” Si es así, Cristo no se encuentra allí.
[439]
“¿Amo la ley de Dios, y está el amor de Cristo en mi corazón?” Si
nos amamos mutuamente así como Cristo nos amó, entonces nos
estamos preparando para el bendito cielo donde reinarán la paz y
la tranquilidad. Allí nadie luchará por ocupar el primer lugar ni por