Página 41 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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La doctrina de la “carne santificada”
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Se repetirán las primeras manifestaciones de fanatismo
[
Una declaración leída por la Sra. E. G. de White ante los pasto-
res reunidos en una sesión de la Asociación General celebrada el 17
de abril de 1901.
]
He recibido instrucciones concernientes a las últimas experien-
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cias de los hermanos de Indiana y a las enseñanzas que han dado a
las iglesias. El enemigo ha estado obrando a través de estas prácticas
y enseñanzas para descarriar a las almas.
Es errónea la enseñanza dada concerniente a lo que se llama la
“carne santificada”. Todos pueden obtener ahora corazones santifi-
cados, pero es incorrecto pretender que en esta vida se puede tener
carne santificada. El apóstol Pablo declara: “Yo sé que en mí, esto
es, en mi carne, no mora el bien”.
Romanos 7:18
. A los que se han
esforzado tanto por alcanzar por la fe la así llamada carne santificada,
quiero decirles: No podéis obtenerla. Ninguno de vosotros posee
ahora carne santificada. Ningún ser humano en la tierra tiene carne
santificada. Es una imposibilidad.
Si los que hablan con tanta facilidad acerca de la perfección en
la carne, pudiesen ver las cosas en su verdadera luz, rechazarían
horrorizados sus ideas presuntuosas. Al exponer la falsedad de sus
suposiciones concernientes a la carne santificada, el Señor procura
impedir que los hombres y las mujeres atribuyan a sus palabras una
significación que conduce a la contaminación del cuerpo, el alma y
el espíritu. Permitid que esta doctrina avance un poco más, y llevará
a la pretensión de que sus defensores no pueden pecar; puesto que
tienen carne santificada, todas sus acciones son santas. ¡Qué puerta
se abriría de este modo a la tentación!
Las Escrituras nos enseñan que debemos procurar santificar para
Dios el cuerpo, el alma y el espíritu. En esta tarea debemos trabajar
conjuntamente con Dios. Es posible hacer mucho para restaurar la
imagen moral de Dios en el hombre, y para mejorar las capacidades
físicas, mentales y morales. Pueden realizarse cambios notables en el
organismo físico obedeciendo las leyes de Dios y no introduciendo
en el cuerpo nada que lo contamine. Y si bien es cierto que no pode-
mos reclamar la perfección de la carne, podemos tener la perfección
cristiana del alma. Mediante el sacrificio que se hizo por nosotros,
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los pecados pueden ser perfectamente perdonados. No dependemos