Página 443 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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Capítulo 2
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sables en gran medida de esta situación, porque fueron sus hábitos
errados los que hicieron enfermar a sus hijos que se verán obligados
a sufrir durante toda la vida. Algunos viven solamente durante corto
tiempo con su carga de debilidad. La madre observa ansiosamente
la vida de su hijo y queda abatida por la aflicción cuando tiene que
cerrar sus ojos, y con frecuencia considera que Dios es el autor de
esa aflicción, cuando en realidad fueron los padres los asesinos de
su propio hijo.
El padre debería recordar que la forma en que trata a su esposa
antes del nacimiento de su hijo afectará la disposición de la madre
durante ese período, y tendrá mucho que ver con el carácter que
el niño desarrollará después de su nacimiento. Muchos padres han
estado tan deseosos de obtener rápidamente propiedades que han
sacrificado las consideraciones más elevadas, a tal punto que algunos
hombres han descuidado criminalmente a la madre y a su hijo, y de-
masiado a menudo las vidas de ambos han sido sacrificadas al fuerte
deseo de acumular riquezas. Muchos no sufren inmediatamente la
pesada realidad de su mal procedimiento, y están dormidos en lo que
atañe al resultado de su conducta. La condición de la esposa suele
no ser mejor que la de una esclava, y a veces es igualmente culpable
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con el esposo de malgastar la salud física a fin de obtener medios
para vivir a la moda. Tales personas cometen un crimen al tener
hijos, porque éstos con frecuencia tendrán una salud física, mental y
moral deficiente, y llevarán la marca oculta, miserable y egoísta de
sus padres, y el mundo recibirá la maldición de su mezquindad.
Es el deber de hombres y mujeres actuar razonablemente en lo
que atañe a su trabajo. No deberían agotar sus energías innecesa-
riamente, porque al hacerlo no sólo acarrean sufrimiento sobre sí
mismos, sino que por sus errores derraman ansiedad, hastío y sufri-
miento sobre sus seres amados. ¿Qué es lo que exige tanto trabajo?
La intemperancia en el comer, en el beber y el deseo de riquezas han
conducido hacia este trabajo intemperante. Si se controla el apetito
y si se consume únicamente un alimento sano, habrá un ahorro tan
grande de dinero que los hombres y las mujeres no se sentirán obli-
gados a trabajar más allá de sus fuerzas, violando de este modo las
leyes de la salud. El deseo de acumular riquezas no es pecaminoso
si en el esfuerzo realizado por lograr ese objetivo, los hombres y
mujeres no se olvidan de Dios ni transgreden los últimos preceptos