Página 449 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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Capítulo 2
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sangre está afiebrada y el organismo exhausto. Los que han insistido
de este modo en violar las leyes que gobiernan su cuerpo, se han
visto obligados a pagar la penalidad en algún momento de su vida.
Existen amplias razones que explican que haya tantas mujeres
nerviosas en el mundo y que sufren de dispepsia con su estela
de males. La causa ha sido seguida por el efecto. A las personas
intemperantes les resulta imposible ser pacientes. Primero deben
reformar los malos hábitos y vivir en forma saludable, y después
de esto no encontrarán difícil ser pacientes. Al parecer muchas
personas no comprenden la relación que hay entre la mente y el
cuerpo. Si el organismo es perturbado a causa del alimento impropio,
el cerebro y los nervios quedan afectados de tal modo que hasta
las cosas pequeñas molestan a los que padecen de este mal. Las
pequeñas dificultades son para ellos problemas enormes. Esta clase
de individuos está incapacitada para educar debidamente a sus hijos.
En su vida primarán las actitudes extremas: algunas veces serán
muy indulgentes y en cambio otras serán severos y condenarán
pequeñeces que no merecían ninguna atención.
La madre con frecuencia ordena a sus hijos que se retiren de su
presencia porque piensa que no puede soportar el ruido ocasionado
por sus alegres juegos. Pero al no tener los ojos de la madre sobre
ellos para aprobarlos o desaprobarlos en el momento oportuno,
suelen presentarse molestas dificultades entre los hijos. Una palabra
de la madre bastaría para restablecer la calma. Los niños se cansan
pronto y desean un cambio, de modo que se van a la calle en busca
de diversión y de este modo los niños de mente pura e inocente
son inducidos a ponerse en contacto con malas compañías, y las
conversaciones malignas susurradas en sus oídos corrompen sus
buenas maneras. Es frecuente que la madre ignore cuáles son los
intereses de sus hijos hasta que es sacudida dolorosamente por la
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manifestación del vicio. Las semillas del mal fueron sembradas en
sus mentes jóvenes, anunciando una abundante cosecha. La madre
luego se admira de que sus hijos estén tan inclinados hacia el mal.
Los padres deberían comenzar a tiempo a poner en la mente de sus
hijos los principios buenos y correctos. La madre debería pasar con
sus hijos tanto tiempo como sea posible, y debería sembrar semillas
preciosas en sus corazones.