Página 450 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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Mensajes Selectos Tomo 2
El tiempo de la madre pertenece en forma especial a sus hijos.
Ellos tienen derecho a su tiempo como ninguna otra persona puede
tenerlo. En muchos casos las madres han descuidado disciplinar a
sus hijos porque esto requeriría mucho de su tiempo, y ellas piensan
que ese tiempo deberían emplearlo en la cocina o en la confección
de su propia ropa o la de sus hijos siguiendo los dictados de la moda,
para estimular el orgullo en sus tiernos corazones. Con el fin de
mantener tranquilos a sus hijos les dan bizcochos o caramelos a casi
cualquier hora del día, de modo que sus estómagos están repletos de
cosas perjudiciales en períodos irregulares. Sus rostros pálidos dan
testimonio de esto e indican que sus madres están haciendo todo lo
que pueden por destruir las fuerzas vitales restantes de sus pobres
hijos. Los órganos digestivos están constantemente recargados y
no se les proporciona descanso. El hígado se vuelve inactivo, la
sangre se torna impura, y los niños enferman y se ponen irritables
porque son verdaderas víctimas de la intemperancia, y así les resulta
imposible tener paciencia.
Los padres se admiran de que sus hijos sean más difíciles de
dominar de lo que solían ser, cuando en la mayor parte de los casos
su propia conducta criminal es la responsable de esta situación. La
calidad de los alimentos que ponen en sus mesas, y que animan a sus
hijos a comer, está excitando continuamente sus pasiones animales
y debilitando sus facultades morales e intelectuales. Muchísimos
niños son convertidos en dispépticos infelices en sus tiernos años
por la conducta inadecuada que sus padres han seguido con respecto
a ellos en su infancia. Los padres tendrán que rendir cuenta a Dios
por haber tratado así a sus hijos.
Muchos padres no enseñan a sus hijos lecciones de dominio
propio. Gratifican su apetito y desde su infancia forman en ellos el
hábito de comer y de beber siguiendo los dictados de sus deseos. Esa
misma tendencia la llevarán a su juventud. Sus deseos no han sido
restringidos, y a medida que crezcan no sólo complacerán los hábitos
comunes de intemperancia, sino que la complacencia se extenderá
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hacia otras áreas. Elegirán sus propios compañeros aunque éstos
estén corrompidos. No soportarán las restricciones establecidas por
sus padres. Darán rienda suelta a sus pasiones corrompidas y tendrán
poquísima consideración por la pureza o la virtud. Esta es la razón
por la cual hay tan poca pureza y dignidad moral entre los jóvenes de