Página 451 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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Capítulo 2
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estos días, y constituye la gran causa por la que hombres y mujeres
se sienten tan poco obligados a obedecer la ley de Dios. Algunos
padres carecen de control sobre sí mismos. No dominan sus apetitos
morbosos ni sus temperamentos iracundos, y por lo tanto no pueden
educar a sus hijos acerca de la negación del apetito ni enseñarles el
dominio de sí mismos.
Muchas madres piensan que no tienen tiempo para instruir a sus
hijos, y para quitarlos de en medio y librarse de sus ruidos y de las
molestias que causan, los envían a la escuela. El aula es un lugar muy
riguroso para los niños que han heredado constituciones débiles.
Las aulas por lo general no se han construído teniendo en cuenta la
salud, sino la economía. Las habitaciones no se han dispuesto de tal
modo que puedan ventilarse en la forma debida sin exponer a los
niños a contraer graves resfríos. Y los asientos pocas veces se han
construído para que los niños se sienten cómodamente y mantengan
sus pequeños esqueletos en crecimiento en una posición adecuada
con el fin de asegurar el funcionamiento saludable de los pulmones
y el corazón. El esqueleto del niño que crece puede adoptar casi
cualquier forma, y mediante el ejercicio debido y la posición ade-
cuada del cuerpo puede adquirir la forma correcta. Es dañino para la
salud y la vida de los niños el sentarse en el aula sobre bancos duros
y mal construidos de tres a cinco horas por día, respirando el aire
impuro y viciado por la respiración de muchas personas. Los débi-
les pulmones son afectados, el cerebro, que proporciona la energía
nerviosa para todo el organismo, se debilita porque se lo somete a
una ejercitación activa antes que la fuerza de los órganos mentales
esté lo suficientemente madura como para soportar la fatiga.
En el aula se ha colocado ineludiblemente el fundamento de
diversas enfermedades. Pero en especial el órgano más delicado de
todos, el cerebro, con frecuencia ha sido dañado permanentemente
por habérselo sometido a una ejercitación excesiva. Esto ha provo-
cado a menudo inflamación, hidropesía de la cabeza, y convulsiones
con sus temibles resultados. Y en esta forma se ha sacrificado la vida
de muchos niños a causa del proceder de madres ambiciosas. De los
niños que al parecer han tenido una constitución lo suficientemente
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fuerte como para sobrevivir a esas condiciones, hay muchísimos
que soportan sus efectos durante toda la vida. La energía nerviosa
del cerebro se debilita tanto, que después de llegar a la madurez