Página 453 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

Basic HTML Version

Capítulo 2
449
La primera lección importante que deben aprender los niños
consiste en el dominio debido del apetito. Las madres tienen el deber
de atender las necesidades de sus hijos apaciguando sus emociones
y distrayendo sus mentes de lo que los aflige, en vez de darles
alimentos, enseñándoles así que la comida es el remedio para los
males de la vida.
Si los padres hubiesen vivido en forma saludable, si hubiesen es-
tado satisfechos con un régimen sencillo, habrían ahorrado muchos
gastos. El padre no habría estado obligado a trabajar más allá del
límite de sus fuerzas a fin de satisfacer las necesidades de su fami-
lia. Un régimen nutritivo y sencillo no habría influido para excitar
indebidamente el sistema nervioso y las pasiones animales, produ-
ciendo mal humor e irritabilidad. Si el niño consumiera únicamente
alimentos sencillos, tendría la cabeza despejada, los nervios firmes y
el estómago sano; y por tener un organismo en buenas condiciones,
no padecería de inapetencia; y con todo esto, la generación actual
estaría en una condición mucho mejor que la que tiene ahora. Pero
aun ahora, en este período tardío, es posible hacer algo para mejorar
nuestra condición. La temperancia en todas las cosas es necesaria.
Un padre temperante no se quejará si no tiene una gran variedad de
alimentos en la mesa. La manera sana de vivir mejorará la condición
de la familia en todo sentido, y permitirá que la esposa y madre
tenga tiempo para dedicarlo a sus hijos. Los padres deberían estudiar
detenidamente en qué forma pueden preparar mejor a sus hijos a
fin de que sean útiles en este mundo y sean idóneos para el cielo.
Deberían contentarse con que sus hijos tengan vestidos limpios,
sencillos, pero cómodos, libres de bordados y adornos. Deben tra-
bajar seriamente para conseguir que sus hijos posean los adornos
interiores, el ornamento de un espíritu humilde y sereno, lo cual
tiene un gran valor a la vista de Dios.
Antes de que el padre cristiano salga de su casa para ir a su
trabajo, debe reunir a su familia junto a él y arrodillarse delante de
Dios para encomendarla al cuidado del Pastor principal. Luego debe
ir a trabajar con el amor y la bendición de su esposa, y con el amor
de sus hijos, que le alegrarán el corazón durante las horas de labor.
Y esa madre que ha comprendido cuál es su deber, se hace cargo de
las obligaciones que descansan sobre ella con respecto a sus hijos
en ausencia del padre. Sentirá que vive para su esposo y para sus