Capítulo 3
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atribuirse directamente a las drogas venenosas administradas por
la mano del médico para curar alguna enfermedad. El así llamado
remedio ha sometido al paciente a un grave sufrimiento, y con esto
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ha resultado peor que la enfermedad contra la cual se tomó la droga.
Todos los que posean una capacidad mental común deben compren-
der cuáles son las necesidades de su organismo. La filosofía de la
salud debería constituir un importante tema de estudio para nuestros
hijos. Es indispensable que se comprenda el organismo humano,
porque entonces los hombres y las mujeres inteligentes pueden ser
sus propios médicos. Si los hombres y mujeres razonaran de causa a
efecto y prestaran atención a la luz que brilla sobre ellos, seguirían
una conducta que les aseguraría la salud, y la mortalidad sería mucho
menor. Pero están muy dispuestos a permanecer sumidos en una
ignorancia inexcusable y a confiar su cuerpo a los médicos en vez
de asumir ellos mismos la responsabilidad que les corresponde.
Me fueron presentadas varias ilustraciones acerca de este im-
portante tema. La primera consistió en una familia integrada por
el padre y una hija. La hija estaba enferma, y el padre en su gran
preocupación llamó a un médico. Mientras conducía al médico a la
habitación de la enferma, el padre manifestó una gran ansiedad. El
médico examinó a la enferma y habló muy poco. Ambos se retira-
ron de la habitación de la paciente. El padre le informó al médico
que había tenido que sepultar a su esposa, a un hijo y a una hija,
y que esa hija era lo único que le quedaba de la familia. Preguntó
ansiosamente al médico si el caso de su hija era desesperado.
El médico hizo averiguaciones acerca de la naturaleza y la dura-
ción de la enfermedad de la que habían muerto los demás miembros
de la familia. El padre refirió quejumbrosamente los dolorosos he-
chos relacionados con la enfermedad de sus seres amados. “Mi hijo
primero tuvo fiebre. Llamé a un médico. Este afirmó que podía
administrar medicamentos que pronto suprimirían la fiebre. Le dio
una medicina poderosa, pero quedó descontento por sus efectos. La
fiebre disminuyó, pero mi hijo quedó en un estado gravísimo. Se le
administró nuevamente la misma medicina sin que ésta produjera
ninguna mejoría. El médico recurrió entonces a medicamentos aún
más poderosos, pero mi hijo no obtuvo alivio alguno. Aunque la
fiebre desapareció, él no se restableció. Desmejoró rápidamente y
murió.