Página 460 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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Mensajes Selectos Tomo 2
“La muerte de mi hijo, tan repentina e inesperada, nos afligió
muchísimo a todos pero especialmente a su madre. Sus cuidados
y la ansiedad experimentada durante la enfermedad del hijo, y la
aflicción ocasionada por su muerte repentina, fueron demasiado para
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su sistema nervioso, de modo que mi esposa pronto cayó enferma.
Quedé desconforme con el procedimiento de ese médico. Perdí
confianza en su habilidad y no lo llamé por segunda vez. Llamé a
otro para que atendiera a mi esposa enferma. Este segundo médico
le dio una dosis abundante de opio; afirmó que eso aliviaría sus
dolores, tranquilizaría sus nervios y le daría el descanso que tanto
necesitaba. El opio la hundió en un estado de estupor. Se quedó
dormida y nada pudo despertarla de ese estupor mortal. Su pulso y
su corazón algunas veces latían violentamente y luego se debilitaban
cada vez más hasta que dejó de respirar. Así fue como murió sin dar
siquiera una mirada a su familia. Esta segunda muerte pareció más
de lo que podíamos soportar. Todos nos afligimos muchísimo, pero
yo quedé tan angustiado que no podía ser consolado.
“Luego enfermó mi hija. La aflicción, la ansiedad y la vigilia
habían minado su resistencia de modo que sus fuerzas decayeron, y
ella enfermó. Yo había perdido la confianza en esos dos médicos. Me
recomendaron a otro médico que había tenido éxito en el tratamiento
de los enfermos. Y aunque vivía lejos decidí obtener sus servicios.
“Este tercer médico dijo que comprendía el caso de mi hija. Afir-
mó que estaba muy debilitada, que su sistema nervioso se hallaba
perturbado y que tenía una fiebre que podía ser controlada, pero
que se requería tiempo para restablecerla de su estado de debilidad.
Manifestó que tenía perfecta confianza en su capacidad para resta-
blecerla. Le administró un poderoso medicamento para combatir la
fiebre. Pero cuando desapareció la fiebre, el caso tomó caracterís-
ticas alarmantes y se tornó más complicado. Cuando los síntomas
cambiaron, le dio otros medicamentos que consideró más adecua-
dos. Mientras estaba bajo la influencia de los nuevos medicamentos
pareció revivir por un tiempo, lo que halagó nuestra esperanza en su
recuperación; pero esto hizo que nuestro chasco fuera más amargo
cuando su estado empeoró.
“El último recurso del médico fue el calomelanos. Por un tiempo
pareció estar entre la vida y la muerte. Cayó en un estado convulsivo.
Cuando cesaron sus espasmos, comprendimos el doloroso hecho