Página 461 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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Capítulo 3
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de que sus facultades mentales se habían debilitado. Comenzó a
mejorar lentamente, aunque seguía sufriendo mucho. Sus miembros
quedaron inválidos por el poderoso efecto del veneno que había
ingerido. Vivió unos pocos años como una pobre enferma inválida,
y finalmente murió en medio de gran sufrimiento”.
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Cuando el padre concluyó su triste relato, miró con ojos implo-
rantes al médico y le rogó que salvara a su última hija. El rostro del
médico revelaba tristeza y ansiedad, pero no recetó nada. Se levantó
para retirarse y dijo que volvería al día siguiente.
A continuación se me presentó otra escena. Me vi en la habi-
tación de una mujer de unos treinta años de edad. Un médico se
hallaba junto a ella, y decía que su sistema nervioso estaba pertur-
bado, que su sangre era impura y que circulaba perezosamente, y
que su estómago estaba frío e inactivo. Dijo que le administraría
remedios activos que pronto mejorarían su condición. Le dio un
polvo de un frasco en el que aparecía escrito “Nuez vómica”. Obser-
vé para ver el efecto que esto tendría sobre la paciente. Al parecer
obró favorablemente. Su estado pareció mejorar. Se animó y hasta
pareció contenta y activa.
Luego se llamó mi atención a otro caso. Fui llevada a un dor-
mitorio de uno que padecía de fiebre elevada. Un médico estaba
junto a su lecho y tenía una porción de medicamento tomado de un
frasco sobre el que aparecía escrito “Calomelanos”. Le administró
este veneno químico, y al parecer ocurrió un cambio, pero no fue
favorable.
Se me presentó un caso más. Se trataba de una mujer que parecía
experimentar mucho dolor. Un médico estaba junto a la cama de la
paciente y le administraba un medicamento que había tomado de un
frasco en el que aparecía escrito “Opio”. Al principio pareció que
esta droga afectaba su mente. La mujer habló en forma extraña, pero
finalmente se tranquilizó y se durmió.
Luego se atrajo mi atención al primer caso, al del padre que había
perdido a la esposa y a dos hijos. El médico estaba en la habitación
de la enferma, junto a la afligida hija. El facultativo volvió a salir del
dormitorio sin prescribir ningún medicamento. El padre, cuando se
encontró solo con el médico, parecía profundamente conmovido, y
preguntó con impaciencia: “¿Ud. no se propone hacer nada? ¿Dejará
que muera mi única hija?” El médico dijo: