Página 463 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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Capítulo 3
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que experimentaba en la región posterior del cuello y a lo largo de
la columna vertebral. Cuando la puerta quedaba abierta, ella parecía
nerviosa y afligida, y rogaba que la cerraran porque sentía frío. No
podía soportar ni la menor corriente de aire de la puerta o de las
ventanas. Una persona que poseía conocimientos estaba junto a ella
mirándola compasivamente. Dijo a los presentes:
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“Este es el segundo resultado de la nuez vómica. Actúa especial-
mente sobre los nervios, y afecta todo el sistema nervioso. Durante
un tiempo se intensificará la acción sobre los nervios. Pero a medida
que disminuya la fuerza de esta droga, sobrevendrán el frío y la pos-
tración. En la misma medida en que excita y anima, posteriormente
ejerce un resultado depresor y entumecedor”.
Volvió a presentárseme el tercer caso. Se trataba del joven a
quien se le había administrado calomelanos. Sufría enormemente.
Tenía los labios oscuros e hinchados, y las encías inflamadas. Tenía
la lengua gruesa y tumefacta, y la saliva le corría de la boca en
gran cantidad. La misma persona que poseía conocimientos lo miró
tristemente y dijo:
“Esta es la influencia de los preparados a base de mercurio. Este
joven posee aún suficiente energía nerviosa como para comenzar
a luchar contra esta droga venenosa, para tratar de expulsarla de
su organismo. Muchos no tienen fuerzas vitales suficientes como
para entrar en acción; la naturaleza es vencida y deja de luchar, y la
víctima muere”.
Me fue presentado el cuarto caso: el de la mujer a quien se había
administrado opio. Despertó de su sueño muy deprimida. Tenía
la mente perturbada. Estaba impaciente e irritable, y censuraba a
sus mejores amigos, porque pensaba que éstos no hacían nada por
aliviar sus sufrimientos. Se puso frenética y disparataba como una
maníaca. La misma persona a quien se aludió anteriormente, la miró
con tristeza y dijo a los presentes:
“Este es el segundo resultado de la ingestión de opio”. Llamaron
a su médico. Este le administró una dosis mayor de opio, que apaci-
guó sus delirios, pero la puso muy habladora y alegre. Estaba en paz
con todos los que la rodeaban, y manifestaba mucho cariño hacia
sus amigos y sus parientes. Pronto se puso soñolienta y cayó en un
estado estuporoso. La persona mencionada antes dijo solemnemente: