Página 464 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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Mensajes Selectos Tomo 2
“El estado de su salud no es mejor ahora que cuando estaba
en su delirio frenético. Ha empeorado definidamente. Esta droga
venenosa, el opio, alivia el dolor en forma momentánea, pero no
suprime su causa. Tan sólo pone el cerebro en un estado de estupor y
lo hace incapaz de recibir las impresiones de los nervios. Mientras el
cerebro está en esta condición insensible, el oído, el gusto y la vista
quedan afectados. Cuando cesa la influencia del opio y el cerebro se
recupera de su estado de parálisis, los nervios, cuya comunicación
con el cerebro había sido interrumpida, transmiten en forma más
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intensa que nunca los dolores del organismo debido al mal trato
que el organismo ha experimentado al recibir el veneno. Toda droga
adicional que se dé al paciente, ya sea opio o algún otro veneno,
complicará el caso y tornará más difícil el restablecimiento del
paciente. Las drogas estupefacientes que se administran, no importa
cuáles sean, perturban el sistema nervioso. Un mal que era sencillo al
comienzo, de índole tal que la naturaleza habría podido remediar si
se la hubiese dejado sola, se ha tornado diez veces más grave a causa
de las drogas venenosas que han sido introducidas en el organismo,
lo cual constituye una enfermedad destructiva en sí misma; y con
todo eso las fuerzas vitales restantes han sido forzadas a una acción
extraordinaria para luchar contra la droga intrusa y vencerla”.
Nuevamente fui llevada a la habitación del primer caso, el del
padre y su hija. La hija estaba sentada junto a su padre, gozosa y
feliz, con el brillo de la salud en el rostro. El padre la contemplaba
con feliz satisfacción, y su rostro revelaba la gratitud de su corazón
porque se le había devuelto a su hija. El médico entró, y después de
conversar brevemente con el padre y la hija, se levantó para retirarse.
Se dirigió al padre en los siguientes términos:
“Le devuelvo a su hija en plena salud. No le administré me-
dicamentos que habrían podido quebrantar su constitución. Los
medicamentos no habrían sido capaces de devolverle la salud. Los
medicamentos trastornan la delicada maquinaria de la naturaleza,
quebrantan la constitución y matan; pero nunca curan. Sólo la natura-
leza posee el poder de restaurar. Únicamente ella puede reconstituir
sus energías exhaustas y reparar los perjuicios que ha recibido por
desatención de las leyes que la gobiernan”.