Página 476 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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Mensajes Selectos Tomo 2
cortesía. Con frecuencia han pasado una noche sin dormir y con
sufrimiento después de recibir visitantes. Han sido excitados en
mayor o en menor grado, y la reacción ha sido demasiado grande
para sus energías que ya estaban debilitadas, y como resultado de
esas visitas de cortesía, los enfermos han sido puestos en estado
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peligroso, y se han sacrificado vidas por falta de consideración y
prudencia.
A veces al enfermo le agrada ser visitado y saber que sus amigos
no lo han olvidado en su aflicción. Pero aunque estas visitas pue-
den producir satisfacción, en muchos casos han cargado la balanza
cuando el enfermo se estaba restableciendo, y la balanza ha descen-
dido hasta la muerte. Los que no están en condiciones de prestar
ayuda deberían tener cuidado en lo que concierne a las visitas a los
enfermos. Si no pueden hacer ningún bien, puede ser que hagan mal.
Pero no hay que descuidar a los enfermos. Debe atendérselos en la
mejor forma posible, y deben contar con la simpatía de sus amigos
y sus parientes.
La costumbre muy difundida de tener veladores, que cuidan al
enfermo durante la noche, ha producido mucho daño. Esto puede
ser necesario en casos críticos; pero con frecuencia con esta prác-
tica se causa más perjuicio que beneficio al enfermo. Ha imperado
la costumbre de impedir la entrada de aire a la habitación de los
enfermos. La atmósfera de estos cuartos, para decir lo menos, es
sumamente impura, lo que agrava mucho la condición del enfermo.
Además de esto, el tener uno o más veladores que usan el escaso aire
vital que puede entrar en la habitación del enfermo a través de las
hendiduras de las puertas y las ventanas, priva a los pacientes de su
vitalidad y los deja más debilitados de lo que habrían podido estar
si se los hubiese dejado solos. Pero el mal no termina aquí. Aun
un solo velador causará más o menos perturbación que molestará
al enfermo. Pero cuando hay dos veladores a menudo conversan, a
veces en voz alta, pero más frecuentemente cuchicheando, lo que
resulta más exasperante y excita más los nervios del enfermo que si
se hablara en voz alta.
Los enfermos pasan muchas horas de sufrimiento por causa
de los veladores. Si se los dejase solos, con las luces apagadas,
sabiendo que todos descansan, podrían dormir con más facilidad, y
en la mañana despertarían refrescados. Cada porción de aire vital