Página 477 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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Capítulo 4
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en la habitación del enfermo tiene el más alto valor, aunque muchos
enfermos lo ignoren. Se sienten muy deprimidos y no saben a qué
atribuirlo. Una corriente de aire puro que circulase por la habitación
ejercería un efecto vigorizador sobre ellos.
Pero si temen al aire, y si se privan de su bendición, el escaso
aire que se permite que llegue hasta ellos no debería ser consumido
por los veladores ni por la llama de una lámpara. Los acompañantes
de los enfermos, de ser posible, deberían dejarlos que descansen
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durante la noche, mientras ellos ocupan una habitación contigua.
En la habitación del enfermo debería evitarse todo ruido y ex-
citación, y toda la casa debería mantenerse tan tranquila como sea
posible. La ignorancia, el descuido y la imprudencia han causado
la muerte de muchas personas que habrían podido vivir si hubiesen
recibido el cuidado debido de parte de asistentes juiciosos y consi-
derados. Las puertas hay que abrirlas y cerrarlas con cuidado, y los
asistentes deben moverse sin prisa, sin ruido y con aplomo.
La habitación del enfermo, si es posible, debería tener una co-
rriente de aire que circulara por ella día y noche. La corriente no
debería dar directamente sobre el enfermo. Se corre poco peligro
de enfriamiento cuando hay una fiebre intensa. Pero debe tenerse
cuidado especial cuando sobreviene la crisis y pasa la fiebre. Hay
que ejercer una vigilancia constante para mantener la vitalidad del
organismo. Los enfermos deben tener aire puro y vigorizador. Si no
es posible hacerlo en otra forma, el enfermo, hasta donde se pueda,
debería ser llevado a otra habitación y puesto en otra cama, mientras
su cuarto, su cama y sus ropas son purificados mediante el proceso
de ventilación. Si los que están bien necesitan las bendiciones de la
luz y del aire, y necesitan tener hábitos de limpieza a fin de conser-
varse sanos, los enfermos tienen una necesitad aún mayor de estos
recursos en proporción a su condición debilitada.
Podría evitarse una gran cantidad de sufrimiento si todos co-
laboran para prevenir la enfermedad, obedeciendo estrictamente
las leyes de la salud. Hay que observar hábitos estrictos de aseo.
Muchas personas, mientras están bien, no se toman el trabajo de
conservarse sanas. Descuidan el aseo personal y no tienen cuidado
de mantener su ropa limpia. Las impurezas pasan en forma constante
e imperceptible del cuerpo a la piel, a través de los poros, y si no
se mantiene la superficie de la piel en una condición saludable, el