Página 504 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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Mensajes Selectos Tomo 2
Una sola familia por creación y redención
—Dios no conoce
ninguna distinción por causa de la nacionalidad, la raza o la casta. Es
el Hacedor de toda la humanidad. Todos los hombres son una familia
por la creación, y todos son uno por la redención. Cristo vino para
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demoler todo muro de la separación, para abrir todo departamento
del templo para que cada alma pudiese tener libre acceso a Dios...
En Cristo no hay ni judío ni griego, ni esclavo ni libre. Todos
son atraídos por su preciosa sangre.—
Palabras de Vida del Gran
Maestro, 367
.
El Señor ha contemplado con pesar la más lamentable de las es-
cenas: la raza de color en esclavitud. El desea que en nuestro trabajo
por ella recordemos su liberación providencial de la esclavitud, el
vínculo común que la une a nosotros por derecho de creación y de re-
dención, y su derecho a las bendiciones de la libertad.—
Testimonies
for the Church 7:223
.
En la religión de la Biblia no hay casta ni color
—La religión
de la Biblia no reconoce casta ni color. Ignora el rango, la riqueza
y el honor mundanal. Dios estima a los hombres en su calidad de
hombres. El carácter es el que decide el valor de los hombres a la
vista de Dios. Y nosotros debemos reconocer el Espíritu de Cristo en
cualquiera en quien se revele.—
Testimonies for the Church 9:223
.
Cristo trataba de enseñar a sus discípulos la verdad de que en el
reino de Dios no hay fronteras nacionales, ni casta ni aristocracia;
que ellos debían ir a todas las naciones, llevándoles el mensaje del
amor del Salvador.—
Los Hechos de los Apóstoles, 17
.
El amor imparcial elimina el prejuicio
—Las paredes diviso-
rias del sectarismo, las castas y las razas se desplomarán cuando el
verdadero espíritu misionero entre en los corazones de los hombres.
El prejuicio es eliminado por el amor de Dios.—
The Review and
Herald, 21 de enero de 1896
;
The Southern Work, 55 (1966)
.
Se han erigido paredes de separación entre los blancos y los
negros. Estas paredes de prejuicios se desplomarán tal como las
murallas de Jericó, cuando los cristianos obedezcan la Palabra de
Dios, que ordena amor supremo al Hacedor y amor imparcial al
prójimo.
The Review and Herald, 17 de diciembre de 1895
Véase
también
Servicio Cristiano Eficaz, 269
;
The Southern Work, 43
(1966)
.