7—Las credenciales divinas
Apreciado Hno. M.
Recibí su carta al comienzo del sábado... Debo aconsejarle que
asista al colegio, y que no salga de este país hasta que haya esta-
blecido cabalmente en su pensamiento qué es la verdad. Espero
sinceramente que asistirá a este período de clases y aprenderá to-
do lo que pueda con respecto a este mensaje de verdad que ha de
predicarse al mundo.
El Señor no le ha dado un mensaje para que diga que los adven-
tistas del séptimo día son Babilonia, y para que inste al pueblo de
Dios a salir de ella. Todas las razones que Ud. sea capaz de presentar
no pueden pesar en mi ánimo con relación a esto, porque el Señor
me ha dado una información definida que se opone a tal mensaje.
No dudo de su sinceridad y honradez. En distintas ocasiones he
escrito largas cartas dirigidas a los que acusaban a la Iglesia Adven-
tista del Séptimo Día de ser Babilonia, y en ellas les decía que no
estaban presentando la verdad. Ud. piensa que ciertas personas me
han inducido a tener prejuicios. Si así fuera, no estaría capacitada
para que se me encargase la obra de Dios. Pero este asunto me ha si-
do presentado en otros casos cuando ciertas personas han pretendido
tener mensajes de un carácter similar para la Iglesia Adventista, y se
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me ha dicho: “No les creas”. “Yo no los he enviado, y sin embargo
ellos han corrido”.
Repaso de algunos casos
El Hno. K
que estaba en su lecho de muerte, tenía la habita-
ción llena de gente interesada, mientras se hallaba en el hospital de
Battle Creek. Muchos fueron engañados. Ese hombre parecía estar
inspirado. Pero la instrucción que recibí fue: “Esta obra no es de
Dios. No creáis a ese mensaje”.
Carta dirigida a una persona que había llegado a la conclusión de que la Iglesia
Adventista había caído en el estado espiritual inferior denominado Babilonia.
Véase la pp. 110, y también
Mensajes Selectos 1:207-216
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