Las credenciales divinas
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Pocos años después, un hombre llamado N, de la localidad de
Red Bluff, California, vino a verme para presentarme su mensaje.
Dijo que él constituía la proclamación en alta voz del mensaje del
tercer ángel que habría de iluminar el mundo con su gloria. Pensaba
que Dios había pasado por alto a todos los dirigentes y que le había
dado a él ese mensaje. Intenté demostrarle que estaba equivocado.
Dijo que los adventistas del séptimo día eran Babilonia, y cuando
le expusimos nuestras razones y analizamos la situación con él y le
demostramos que estaba equivocado, realizó una gran demostración
de poder y por cierto que gritó en alta voz... Tuvimos muchas difi-
cultades con él; su mente se trastornó y debió ser internado en un
hospital para enfermos mentales.
Otra persona, llamada Garmire
defendía y publicaba un men-
saje concerniente a la proclamación en alta voz del tercer ángel;
acusaba a la iglesia en forma similar a lo que Ud. está haciendo aho-
ra. Dijo que los dirigentes de la iglesia caerían debido a la exaltación
de sí mismos, que otra clase de hombres más humildes ocuparía su
lugar, y que ellos realizarían cosas admirables. Este hombre tenía
hijas que pretendían tener visiones.
Me fue presentado este engaño. Se trata de un hombre inteligente,
que puede hablar bien en público, que posee abnegación y está lleno
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de celo y fervor, y tiene un aspecto de consagración y devoción.
Pero recibí esta amonestación de Dios; “¡No les creáis; yo no los he
enviado!”
El pretendía creer en los testimonios. Pretendía aceptar que eran
verdaderos, y los utilizaba en la misma forma que Ud. los ha emplea-
do para proporcionar fuerza y apariencia de verdad a sus pretensio-
nes. Les dije que ese mensaje no procedía de Dios, sino que estaba
engañando a los incautos. No quisieron convencerse. Les dije que
las visiones de su hija [Ana] eran falsas, y que sin embargo su padre
pretendía que esas visiones eran como las visiones de la Hna. White,
y que testificaban de las mismas cosas. Esta hija estaba engañando a
la familia y a varios otros que creían esos mensajes falsos. Se me
mostró que esa joven no era virtuosa sino que estaba corrompida...
Si alguna vez hubo un hombre a quien yo consideraba inspira-
do, ciertamente era éste; pero le dije claramente que su inspiración
Véase los caps. 8 y 9.