Página 75 - Joyas de los Testimonios 3 (2004)

Basic HTML Version

El derecho de la redenció
Los diezmos y las ofrendas dedicados a Dios son un reconoci-
miento de su derecho sobre nosotros por la creación, y son también
un reconocimiento de su derecho por la redención. Por cuanto todo
nuestro poder deriva de Cristo, esas ofrendas han de fluir de nosotros
a Dios. Deben recordarnos siempre lo que por la redención Dios
tiene derecho a pedirnos, pues ese derecho abarca todo lo demás. La
comprensión del sacrificio hecho en nuestro favor se ha de conservar
siempre fresca en nuestra mente y debe influir siempre sobre nues-
tros pensamientos y planes. Cristo debe estar entre nosotros como
quien fué en verdad crucificado.
¿No sabéis “que no sois vuestros? Porque comprados sois por
precio.”
1 Corintios 6:19, 20
. ¡Qué precio se pagó! Contemplemos
la cruz y la víctima alzada en ella. Mirad aquellas manos atravesadas
por los crueles clavos. Mirad sus pies sujetados con clavos a la cruz.
Cristo llevó nuestros pecados en su propio cuerpo. Ese sufrimiento,
esa agonía, es el precio de nuestra redención. Fué dada esta orden:
“Líbralos de perecer eternamente. Yo he hallado rescate.”
¿Apreciamos el amor de Dios?
¿No sabéis que él nos amó y se dió por nosotros, para que a
nuestra vez nos diésemos a él? ¿Por qué no habrían de expresar
amor a Cristo todos los que le reciben por la fe, así como se expresó
su amor a nosotros por quienes él murió?
Se nos representa a Cristo como buscando a la oveja que se
había perdido. Su amor nos circuye y nos trae de vuelta al redil.
Su amor nos da el privilegio de sentarnos con él en los lugares
celestiales. Cuando la bendita luz del Sol de justicia resplandece
[78]
en nuestros corazones y descansamos en paz y gozo en el Señor,
alabemos al Señor; alabemos a Aquel que es nuestra salud y nuestro
Testimonios para la Iglesia 6:479-482 (1900)
.
71