Página 418 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
sigue verdaderamente a Cristo será una luz para el mundo. Saldrá al
mundo como una luz brillante y resplandeciente, para que aquellos
que están en tinieblas sean iluminados y calentados por los rayos que
despida. Cristo dice de los que le siguen: “Vosotros sois la luz del
mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder”.
Mateo 5:14
.
Nuestro gran Ejemplo era abnegado, y ¿debe la conducta de los
que profesan seguirle ser tan contraria a la suya? El Salvador lo dio
todo por el mundo que perecía, sin retenerse a sí mismo siquiera. La
iglesia de Dios está dormida. Sus miembros están debilitados por
la inacción. De todas partes del mundo nos llegan voces que nos
dicen: “Pasad y ayudadnos”, pero no hay movimiento en respuesta.
De vez en cuando se realiza un débil esfuerzo; algunos manifiestan
que quisieran ser colaboradores del Maestro; pero con frecuencia
se deja a los tales trabajar casi solos. Nuestro pueblo tiene un solo
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misioner
en todo el amplio campo de los países extranjeros.
La verdad es poderosa, pero no se la pone en práctica. No es
suficiente colocar solamente dinero sobre el altar. Dios llama a
hombres voluntarios para que proclamen la verdad a otras naciones,
lenguas y pueblos. No es nuestro número ni nuestras riquezas lo
que nos dará una victoria señalada, sino la devoción al trabajo, el
valor moral, el ardiente amor por las almas y un celo incansable e
invariable.
Son muchos los que han considerado a la nación judía como un
pueblo digno de lástima, porque se le hacía contribuir constante-
mente al sostén de su religión. Pero Dios, quien creó al hombre y le
proveyó todas las bendiciones de que goza, sabía lo que era mejor
para él. Y por su bendición hacía que las nueve décimas fueran para
los judíos de más valor que la cantidad entera sin su bendición. Si
algunos, por egoísmo, robaban a Dios o le traían una ofrenda que
no fuera perfecta, lo seguro era que seguía a ello el desastre y la
pérdida. Dios lee los motivos del corazón. Conoce los propósitos de
los hombres, y los recompensará a su debido tiempo según lo hayan
merecido.
Estas palabras fueron escritas en 1875 poco después de que J. N. Andrews fuera
enviado a Europa y antes de que las misiones llegaran a algo asumido como propio por
todos miembros de la iglesia.