Página 120 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 6
está contra aquellos que hacen el mal. ¿Y quién es aquel que os podrá
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hacer daño, si vosotros seguís el bien? Mas también si alguna cosa
padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois. Por tanto, no
os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, sino santificad
a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados
para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el
que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros”.
1 Pedro
3:8-15
.
Debéis actuar con humildad en vuestra relación con los que
viven en el error, porque ¿acaso no estabais vosotros recientemente
ciegos en vuestros pecados? Y en vista de la paciencia de Cristo
con vosotros, ¿no deberíais manifestar ternura y paciencia con los
demás? Dios nos ha enviado numerosas amonestaciones pidiendo
que manifestemos abundante bondad hacia los que se nos oponen,
para evitar inducir a alguien en dirección equivocada.
Nuestra vida debe ocultarse con Cristo en Dios. Debemos cono-
cer personalmente a Cristo. Sólo entonces podremos representarlo
ante el mundo. Oremos constantemente: “Señor, enséñame a actuar
como Jesús actuaría si estuviera en mi lugar”. En cualquier lugar
donde estemos debemos hacer brillar nuestra luz para gloria de Dios
y las buenas obras. Éste es un interés de máxima importancia en
nuestra vida.
* * * * *
El Señor desea que su pueblo emplee otros métodos fuera de la
condenación del mal, aunque esa censura esté justificada. Quiere
que hagamos algo más que lanzar acusaciones contra nuestros adver-
sarios que tan sólo los alejarían más aún de la verdad. La obra que
Jesús vino a hacer en este mundo no fue levantar barreras y encarar
constantemente a la gente con el hecho de que estaban equivocados.
El que desee iluminar a una persona engañada debe acercarse a
ella y tratarla con amor. Debe convertirse en el centro de una santa
influencia.
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En la defensa de la verdad, aun los oponentes más acérrimos
debieran ser tratados con respeto y deferencia. Algunos no aceptarán
nuestros esfuerzos y no tomarán en cuenta la invitación evangélica.
Otros—aun quienes suponemos que ya han sobrepasado los límites