Página 133 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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Necesidad de reforma en la educación
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incitan las peores pasiones del corazón humano. Si los hombres y
las mujeres que profesan ser cristianos no han aprendido a dominar
su temperamento malo e infantil, ¿cómo podrán esperar que se les
honre y respete?
¡Cuánto cuidado debiera tenerse entonces para elegir a instruc-
tores apropiados a fin de que no solamente sean fieles en su trabajo
sino que manifiesten también el debido temperamento! Si no son
dignos de confianza, deberá exonerárselos. Dios tendrá a toda insti-
tución por responsable de cualquier descuido en ver que se estimule
la bondad y el amor. Nunca debiera olvidarse que Cristo mismo
tiene la dirección de nuestras instituciones.
Debe designarse a los predicadores más talentosos para que
enseñen las clases de Biblia en nuestras escuelas. Los escogidos
para este trabajo tienen que ser estudiantes cabales de la Biblia, que
posean una profunda experiencia cristiana, y su salario debe pagarse
del diezmo. Es designio de Dios que todas nuestras instituciones
lleguen a ser medios para educar y desarrollar obreros de quienes él
no se avergüence. Obreros que puedan ser enviados como misioneros
idóneos que trabajen para el Maestro; pero este fin no se ha tomado
en cuenta. En muchos respectos nos hallamos muy rezagados en esta
obra, y el Señor exige que se manifieste en ella un celo infinitamente
mayor que el que hasta aquí se ha manifestado. Nos ha llamado a
salir del mundo para que seamos testigos de su verdad; y en todas
nuestras filas hombres y mujeres jóvenes debieran prepararse para
ocupar puestos de utilidad e influencia.
Hay una urgente demanda de obreros en el campo misionero.
Hacen falta hombres jóvenes para esta obra; Dios los solicita. Su
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educación es de primordial importancia en nuestros colegios y en
ningún caso debiera ello ignorarse o considerarse como cosa se-
cundaria. Es una acción totalmente equivocada que los maestros, al
aconsejar otras ocupaciones, desanimen a los jóvenes que pudieran
prepararse para realizar una obra aceptable en el ministerio. Los que
presentan obstáculos para impedir a los jóvenes que se preparen para
este trabajo están contrarrestando los planes de Dios y tendrán que
dar cuenta de su proceder. Hay entre nosotros un gran porcentaje de
hombres capaces. Si sus aptitudes se pusieran en uso, tendríamos
veinte ministros donde ahora tenemos uno.