Página 142 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 6
fe. El estandarte distintivo, descrito con las palabras, “aquí está la
paciencia de los santos, aquí están los que guardan los mandamientos
de Dios y la fe de Jesús” (
Apocalipsis 14:12
), debe ondear sobre
el mundo hasta el fin del tiempo de gracia. Al paso que han de
aumentarse los esfuerzos para avanzar en diversas localidades, no
debe encubrirse en modo alguno nuestra fe con el fin de obtener
patrocinio. La verdad ha de llegar hasta las almas que están a punto
de perecer, y si de alguna manera ello es impedido, Dios queda
deshonrado y la sangre de las almas estará sobre nuestras vestiduras.
Mientras quienes estén vinculados a nuestras instituciones anden
humildemente con Dios, los seres celestiales cooperarán con ellos;
pero recuerden todos el hecho de que Dios ha dicho: “Yo honraré
a los que me honran”
1 Samuel 2:30
. Ni por un momento debiera
causarse la impresión de que sería beneficioso para él ocultar su
fe y sus doctrinas a los incrédulos del mundo, por temor a que no
le tendrán en tan alta estima si llegan a conocer sus principios.
Cristo demanda de todos sus seguidores una confesión de fe abierta
y varonil. Cada cual ha de permanecer en su puesto y ser lo que
Dios quiso que sea: un espectáculo para el mundo, los ángeles y los
hombres. El universo entero mira con interés indecible para ver el
fin de la gran controversia entre Cristo y Satanás. Todo cristiano ha
de ser una luz, no escondida debajo de un almud o de una cama, sino
colocada en el candelero para que alumbre a todos los que están en
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la casa. No se relegue jamás a un último lugar la verdad de Dios por
cobardía o conveniencia mundana.
Aunque en muchos aspectos nuestras instituciones de enseñanza
se han conformado al mundo, aunque paso a paso han avanzado
hacia el mundo, son prisioneras de la esperanza. El destino no ha
entretejido tanto sus lazos alrededor de lo que están haciendo, como
para que necesiten permanecer desamparadas y en incertidumbre.
Si escucharan su voz y siguieran sus caminos, Dios las corregiría
y las iluminaría, y las traería de nuevo a su recta posición que las
distinguen del mundo. Cuando se discierna la ventaja de obrar de
acuerdo con principios cristianos, cuando se oculte el yo en Cristo, se
logrará mucho más progreso, porque cada obrero sentirá su propia
debilidad humana, implorará la sabiduría y la gracia de Dios, y
recibirá la ayuda divina prometida para cada emergencia.