Página 154 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 6
tros. Debemos estar agradecidos a Dios porque por su misericordia
tenemos estas ventajas, y porque poseemos el conocimiento de su
gracia, de la verdad presente y el deber. ¿Procuráis, entonces, como
maestros, mantener la falsa educación que habéis recibido? ¿Estáis
perdiendo las preciosas oportunidades otorgadas para relacionaros
con los planes y métodos de Dios? ¿Creéis en Palabra de Dios?
¿Estáis siendo cada día más capaces de entender, de entregaros al
Señor y ser usados en su servicio? ¿Sois misioneros dispuestos a
realizar la voluntad de Dios? ¿Creéis la Biblia y hacéis lo que dice?
¿Creéis que vivimos en los últimos días de la historia de esta tie-
rra? ¿Y tenéis corazones capaces de sentir? Tenemos una gran obra
delante de nosotros; debemos ser portadores de la sagrada luz del
mundo que debe iluminar todas las naciones. Somos cristianos, ¿y
qué estamos haciendo?
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Ocupad vuestras posiciones, maestros, como verdaderos educa-
dores, y con palabras y expresiones de interés por la salvaciòn de
los alumnos, colocad en sus corazones la corriente viva del amor
redentor. Consultadlos antes de que sus mentes se preocupen con
sus trabajos literarios. Suplicadles que busquen a Cristo y su justicia.
Explicadles los cambios que ciertamente ocurrirían si entregaran el
corazón a Cristo. Afianzad su atención en él; esto cerrará la puerta a
las aspiraciones insensatas que naturalmente surgirán y preparará sus
mentes para recibir la verdad divina. Debe enseñarse a la juventud
que el tiempo es oro, que es peligroso pensar que pueden divertirse
todo lo que quieran sin después recoger una cosecha de ruina y
miseria. Debe enseñárseles a ser sobrios y admirar lo bueno en el
carácter de los demás. Edúqueselos para que coloquen su voluntad
junto a la de Dios y para que finalmente puedan cantar el nuevo
cántico y unirse con las armonías celestiales.
Deponed toda manifestación de vanidad, porque no os ayuda
en vuestra obra; y aun os ruego que estiméis en su verdadero valor
vuestro carácter, pues habéis sido comprados por un precio infini-
to. Sed cuidadosos, dedicados a la oración, serios. No sintáis que
podéis mezclar lo común con lo sagrado, lo cual se ha hecho con
tanta frecuencia en el pasado, que el discernimiento espiritual de los
maestros se ha empañado hasta el punto de no poder distinguir entre
lo sagrado y lo común. Han tomado fuego extraño y lo han exaltado,
alabado y honrado; y el Señor se ha apartado con desagrado. Maes-