Página 156 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 6
al más prominente Maestro, por medio de quien tengo vida eterna.
Él jamás se equivoca. Es la fuente principal de donde fluye toda
sabiduría”. Permitid entonces a cada maestro sembrar la semilla
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de la verdad en la mente de los alumnos. Cristo es el Maestro por
excelencia.
* * * * *
Nuestro guía es la Palabra del Dios eterno. Ella nos ha hecho sa-
bios para la salvación. Ella debe estar siempre en nuestros corazones
y labios. “Escrito está” debe ser nuestra ancla. Los que hacen de la
Palabra de Dios su consejera, comprenden las flaquezas del corazón
humano y el poder de la gracia de Dios para subyugar cada impulso
no santificado e impío. Sus corazones están siempre en oración y
tienen el cuidado de ángeles santos. Cuando el enemigo se aproxi-
ma como una inundación, el Espíritu de Dios levanta un estandarte
contra él, en favor del Maestro. Hay armonía en el corazón; porque
la influencia preciosa y poderosa de la verdad gobierna. Hay una
revelación de fe que obra por amor y purifica el alma.
Orad para que podáis nacer de nuevo. Si tenéis este nuevo naci-
miento os deleitaréis, no en las formas torcidas de vuestros propios
deseos, sino en el Señor. Desearéis estar bajo su autoridad. Lucharéis
constantemente por alcanzar un estandarte más elevado. Sin embar-
go, no seáis solamente lectores de la Biblia, sino también esmerados
estudiantes para que sepáis qué demanda Dios de vosotros. Nece-
sitáis un conocimiento experimental de cómo cumplir su voluntad.
Cristo es nuestro Maestro.
Que cada maestro en nuestras escuelas y cada administrador en
nuestras instituciones estudie lo que es esencial hacer a fin de trabajar
en sus filas y llevar con ellos un sentido de perdón, de consuelo y
esperanza.
Mensajeros celestiales son enviados para ministrar a los que
serán herederos de salvación; y conversarán con los maestros cuando
ellos no estén satisfechos con la muy transitada senda de la tradición,
cuando no teman apartarse de las sombras del mundo. Los maestros
debieran tener cuidado, no sea que cierren las puertas y el Señor no
encuentre la manera de entrar en los corazones de los jóvenes.
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