Página 178 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 6
divina combinada con el conocimiento y la habilidad de los encar-
gados del trabajo, la semilla sembrada sería inútil. Existe un poder
invisible que obra constantemente a favor de los seres humanos para
alimentarlos y vestirlos. La parábola de la simiente, si se la estudia
en la experiencia diaria del maestro y del alumno, revelará que Dios
obra en la naturaleza y aclarará muchas cosas relativas al reino de
los cielos.
Dios y la naturaleza
La naturaleza, juntamente con la Biblia, debe ser nuestro gran
libro de texto. Pero no tiene sentido endiosar la naturaleza, porque
eso sería exaltar la creación por encima del amante Creador, quien
diseñó la obra y cuida de ella de acuerdo con su plan. Cuando se
siembra la semilla y se cultiva las plantas, debemos recordar que
Dios creó la semilla y la da a la tierra. Mediante su poder divino se
preocupa de esa semilla. Es por su mandato que la semilla al morir,
da su vida al tallo y a la espiga con sus propias semillas, las cuales
se guardan para sembrarlas y obtener una nueva cosecha. Debemos
estudiar, además, nuestra participación en este proceso. El agente
humano tiene su parte que realizar, su obra que hacer. Esta es una
de las lecciones que la naturaleza enseña y percibiremos en ella una
obra solemne y hermosa.
Se habla mucho acerca de Dios en la naturaleza, como si el Señor
estuviera obligado por sus leyes a ser su siervo. Muchas teorías
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conducirían las mentes a suponer que la naturaleza es una entidad
dotada de vida propia, separada de la Deidad, con poder inmanente
para funcionar. La gente no sabe de qué habla cuando supone que la
naturaleza tiene poder inherente que la hace funcionar sin el control
permanente del Creador. El Señor no obra por medio de sus leyes
para invalidar las leyes de la naturaleza. Él hace su obra mediante
las leyes y los atributos de sus instrumentos, y la naturaleza obedece
a un “así dice Jehová”.
El Dios de la naturaleza está constantemente en acción. Su poder
infinito obra en forma imperceptible, pero sus manifestaciones se
observan en los efectos producidos por su obra. El mismo Dios
que dirige los planetas obra en el vergel y en el huerto; pero jamás
hizo una espina, un cardo ni cizaña, los cuales son obra de Satanás,