Página 190 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 6
para que se eduquen. En tales casos, los padres deben hacer lo
posible por emplear a un maestro de vida religiosa ejemplar, para
quien sea agradable trabajar por el Maestro en cualquier actividad
y que esté dispuesto a cultivar cualquier porción de la viña del
Señor. Los padres y las madres deben cooperar con el maestro,
trabajando fervorosamente por la conversión de sus hijos. Procuren
ellos mantener vivo y lozano el interés espiritual en el hogar y criar
a sus hijos en la disciplina y amonestación del Señor. Consagren una
parte de cada día al estudio, haciéndose estudiantes con sus hijos.
De esta manera pueden convertir la hora destinada a la educación
en momentos de quietud y provecho, y aumentará su confianza
en este método para obtener la salvación de sus hijos. Los padres
hallarán que su crecimiento personal será más rápido a medida que
aprendan a trabajar en favor de sus hijos. Al trabajar con humildad,
desaparecerá la incredulidad. La fe y la actividad impartirán una
confianza y satisfacción que aumentarán de día en día, a medida
que continúen tratando de conocer al Señor y haciendo que otros
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lo conozcan. Sus oraciones se volverán fervientes, porque tendrán
algún objeto definido por el cual orar.
En algunos países, la ley obliga a los padres a enviar sus hijos
a la escuela. En esos países se debieran establecer escuelas en las
localidades donde haya iglesias, aun en el caso en que hubiera sólo
seis niños para asistir a cada una de ellas. Trabajad para impedir que
vuestros hijos se ahoguen en las influencias viciosas y corruptoras
del mundo, como si estuvierais trabajando por vuestra propia vida.
Estamos muy atrasados en el cumplimiento de nuestro deber en
este importante asunto. En muchos lugares hace años que debieran
estar funcionando escuelas. Muchas localidades habrían tenido así
representantes de la verdad que podrían haber proyectado una mejor
imagen del carácter de la obra del Señor. En vez de concentrar
tantos edificios imponentes en unos pocos lugares, habría sido mejor
establecer escuelas en muchas localidades.
Establézcanse ahora dichas escuelas con sabia dirección para
que los niños y jóvenes sean educados en sus propias iglesias. Es
una hiriente ofensa contra Dios el hecho de que haya existido tan-
to descuido en esto, cuando la Providencia nos ha concedido tan
abundantes facilidades para trabajar. Pero, aunque en el pasado no
hemos hecho lo que debíamos en favor de nuestros jóvenes y niños,