Página 191 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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Los colegios y las escuelas de iglesia
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arrepintámonos ahora y redimamos el tiempo. El Señor dice: “Venid
luego... y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la
grana, como la nieve serán emblanquecidos: si fueren rojos como
el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. Si quisiereis y oyereis,
comeréis el bien de la tierra”.
Isaías 1:18, 19
.
El carácter de las escuelas de iglesia y sus maestros
El carácter de la obra efectuada en nuestras escuelas de iglesia
debe ser lo más elevado. Jesucristo, el Restaurador, es el único re-
medio para una educación incorrecta y las lecciones enseñadas en
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su Palabra debieran presentarse siempre a los jóvenes en la forma
más atrayente. La disciplina escolar debe completar la enseñanza
doméstica, y tanto en el hogar como en la escuela es necesario con-
servar la sencillez y la piedad. Se hallará a hombres y mujeres de
talento para trabajar en estas escuelas pequeñas, pero que no pueden
hacerlo con ventaja en las más grandes. Al practicar las lecciones
bíblicas; obtendrán para sí mismos una educación del más elevado
valor.
Al escoger maestros, es indispensable proceder con extrema
precaución, sabiendo que éste es un asunto tan solemne como el de
escoger personas para el ministerio. Hombres entendidos, capaces
de discernir el carácter, deben hacer la elección; porque se requiere
el mejor talento que pueda obtenerse para educar y amoldar las
inteligencias de los jóvenes. Asimismo para llevar a cabo con éxito
los múltiples aspectos de labor en que será necesario que el maestro
se ocupe en nuestras escuelas de iglesia. No debiera ponerse al frente
de estas escuelas a persona alguna de miras intelectuales inferiores
o estrechas. No se ponga a los niños bajo la dirección de maestros
jóvenes e inexpertos que carezcan de capacidad administrativa; pues
sus esfuerzos se inclinarán a la desorganización. El orden es la
primera ley del cielo, y cada escuela debe ser en este respecto un
trasunto del cielo.
Poner a los niños bajo la dirección de maestros altivos y adustos
es una crueldad. Un maestro de esta clase perjudicará mucho a los
que están desarrollando rápidamente su carácter. Si los maestros no
se someten a Dios, si no tienen amor por los niños a ellos confiados,
o si demuestran parcialidad por los que concuerdan con sus ideas