Página 213 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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El plan de Dios para nuestros sanatorios
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y para que seas un pueblo santo a Jehová tu Dios, como él ha dicho”.
Deuteronomio 26:17-19
.
En estas palabras se presentan las condiciones de toda verdadera
prosperidad, condiciones que todas nuestras instituciones deben obe-
decer, si desean alcanzar el propósito con que fueron establecidas.
El Señor me dio, hace años, luz especial acerca del estableci-
miento de una institución donde los enfermos pudiesen ser tratados
de maneras completamente diferentes de las que se practican en
cualquier otra institución de nuestro mundo. Debía fundarse y diri-
girse según los principios bíblicos, como instrumento del Señor, y
debía ser en sus manos uno de los agentes más eficaces para dar luz
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al mundo. El propósito de Dios era que se destacase en capacidad
científica, poder moral y espiritual, como fiel centinela de la reforma
en todos sus aspectos. Todos los que desempeñaran una parte en ella,
debían ser reformadores que respetasen sus principios, y prestasen
atención a la luz de la reforma pro salud que resplandece sobre
nosotros como pueblo.
Dios deseaba que la institución que se estableciera se destacase
como faro de luz, amonestación y reproche. Quería probar al mundo
que una institución guiada por principios religiosos y que ofrecía asi-
lo a los enfermos, podía sostenerse sin sacrificar su carácter peculiar
y santo; que podía ser mantenida exenta de toda práctica censurable,
propia de otras instituciones dedicadas al restablecimiento de la
salud. Debía de ser un instrumento para producir grandes reformas.
El Señor reveló que la prosperidad del sanatorio no debía depen-
der sólo del conocimiento y la habilidad de sus médicos, sino del
favor de Dios. Debía ser reconocido como una institución donde se
consideraba a Dios como Monarca del universo, y que estaba bajo su
vigilancia especial. Sus directores debían dar a Dios el primer lugar,
el último y el mejor en todo. En esto consistiría su fuerza. Si se la
dirigía de una manera que Dios pudiera aprobar tendría gran éxito,
se destacaría por estar más adelantada que todas las instituciones
semejantes que hubiera en el mundo. Se le concederían privilegios
superiores, mucha luz y conocimiento. La responsabilidad de las
personas a quienes se confiara la dirección de la institución estaría
de acuerdo con la luz recibida.
A medida que nuestra obra se ha extendido y se han multiplicado
las instituciones, el propósito que Dios tuvo al establecerlas ha sido