Página 215 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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El plan de Dios para nuestros sanatorios
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Debemos trabajar tanto por la salud del cuerpo como por la
salvación del alma. Nuestra misión es la misma que la de nuestro
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Maestro, de quien está escrito que anduvo haciendo bienes y sanando
a todos los oprimidos de Satanás. Acerca de su propia obra él dice:
“El espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió
Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos”.
“Me ha enviado para sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar
libertad a los cautivos, y vista a los ciegos: a poner en libertad a los
oprimidos”
Isaías 61:1
;
Lucas 4:18
. Mientras sigamos el ejemplo de
Cristo en el trabajo para beneficiar a los demás, despertaremos su
interés en el Dios a quien amamos y servimos.
Nuestros sanatorios han de ser, en todos sus departamentos, mo-
numentos para Dios, instrumentos suyos para sembrar las semillas de
la verdad en los corazones humanos. Lo lograrán si son debidamente
dirigidos.
En nuestras instituciones médicas, debe darse a conocer la ver-
dad viviente de Dios. Muchas de las personas que llegan a ellas
tienen hambre y sed de verdad, y cuando se la presenta correcta-
mente, la reciben con alegría. Nuestros sanatorios han sido el medio
de enaltecer la verdad para este tiempo y darla a conocer a millares
de personas. La influencia religiosa que reina en esas instituciones
inspira confianza a los pacientes. La seguridad de que el Señor pre-
side allí, y las muchas oraciones ofrecidas en favor de los enfermos,
hacen una impresión en su corazón. Muchos que antes nunca pen-
saban en el valor del alma quedan convencidos por el Espíritu de
Dios, y no pocos son inducidos a cambiar todo el curso de su vida.
Muchos que estaban satisfechos de sí mismos, que pensaban que su
norma de carácter era suficiente y no habían sentido la necesidad de
la justicia de Cristo, recibirán impresiones que nunca se borrarán.
Cuando llegue la prueba futura, cuando sean iluminados, no pocos
de estos se unirán con el pueblo remanente de Dios.
Dios es honrado por instituciones dirigidas de esta manera. En su
misericordia, ha hecho de los sanatorios un poder tal para el alivio de
los sufrimientos físicos, que millares han sido atraídos a ellos para
ser curados de sus enfermedades; en muchos, la sanidad física va
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acompañada de la curación del alma. Reciben del Salvador el perdón
de sus pecados. Reciben la gracia de Cristo, y se identifican con él,
con sus intereses y su honor. Muchos salen de nuestros sanatorios