Responsabilidades de los obreros médicos
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Dios le encomendó que sirviera, y que Dios podría ponerlo por en-
cima del resto de los habitantes del mundo. Pero el médico no debe
suponer que su influencia aumentaría si se separara de esta obra. Si
tratara de realizar sus planes, no tendría éxito.
El egoísmo en cualquier forma introducido en el ministerio o
en la obra médica, es una infracción a la ley de Dios. Cuando los
hombres se vanaglorian de sus capacidades y permiten que los
elogios humanos fluyan hacia seres finitos, deshonran a Dios, y él los
despojará de aquello en lo cual se glorían. Los médicos vinculados
a nuestros sanatorios y a la obra médica misionera, por la gracia de
Dios han sido dirigidos hacía las personas para quienes él les ha
ordenado que sean una luz en el mundo. Su obra consiste en dar
a su vez todo aquello que el Señor les ha dado; en dar, no como
una influencia entre muchas, sino como la influencia divina a fin de
hacer efectiva la verdad para este tiempo.
Dios nos ha confiado una obra especial, una obra que nadie más
puede hacer. Nos ha prometido la ayuda de su Santo Espíritu. La
corriente celestial fluye en dirección a la tierra para que realice
precisamente la obra que se nos encomendó. No permitamos que
esta corriente celestial se ignore por habernos desviado de la senda
recta establecida por Cristo.
Los médicos no deben suponer que pueden ganarel mundo me-
diante sus planes y esfuerzos. Dios no los ha puesto para que abar-
quen tanto por medio de sus propias obras solamente. La persona
que emplea su potencial en diversas actividades no puede ocuparse
de administrar una institución de salud, y esperar llevarla a buen
término.
Si los obreros del Señor se ocupan de trabajos que desplazan lo
que deberían hacer en la tarea de comunicar luz al mundo, Dios no
recibe la gloria que debiera engrandecer su santo nombre mediante
lo que ellos hacen. Cuando Dios llama a un hombre a realizar cierta
obra en su causa, no coloca sobre sus hombros cargas que otros
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obreros pueden y deben llevar a cabo. Aunque esto pueda parecer in-
dispensable, Dios, según su sabiduría, asigna a cada persona su tarea.
Él no desea que las mentes de sus siervos que llevan responsabilida-
des se agoten hasta el borde de lo insoportable, por responsabilizarse
de muchos frentes de trabajo. Si un obrero no se responsabiliza
por la tarea que se le ha encomendado, aquella que el Señor estima