Responsabilidades de los obreros médicos
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previa, las interpretaciones erróneas que habían oído de los maestros
judíos atribuir a las Escrituras, mantuvo sus mentes nubladas. Cristo
les prometió que les enviaría su Espíritu, quien les recordaría sus
palabras como verdades que habían sido olvidadas. “El os enseñará
todas las cosas” dijo Cristo, “y os recordará todo lo que yo os he
dicho”.
Juan 14:26
.
La manera como los maestros judíos explicaban las Escrituras,
sus interminables repeticiones de máximas y ficción, hicieron que
Cristo dijera: “Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está
lejos de mí”. Realizaban sus servicios en los atrios del templo. Ofre-
cían sacrificios que simbolizaban al magnífico Salvador, diciendo
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por medio de sus ceremonias: “Ven, mi Salvador”; no obstante, Cris-
to, a quien representaban todas esas ceremonias, estaba entre ellos
y no lo reconocieron ni lo recibieron. El Salvador declaró: “Pues
en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de
hombres”.
Mateo 15:8, 9
.
Cristo dice hoy a sus seguidores lo que dijo a sus discípulos: “Si
alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a sí mismo, y tome su
cruz, y sígame”.
Mateo 16:24
. Pero los hombres son tan lentos hoy
para aprender las lecciones, como lo fueron en los días de Jesús.
Dios ha dado a su pueblo advertencia tras advertencia; pero las cos-
tumbres, hábitos y prácticas del mundo también han ejercido tanto
poder sobre las mentes de su pueblo profeso que las advertencias
han sido ignoradas.
Quienes desempeñan una parte en la gran causa de Dios no
deben seguir el ejemplo del mundo. Deben obedecer la voz de Dios.
Quien depende de los hombres para obtener fortaleza e influencia,
se apoya en una caña quebrada.
La gran debilidad de la Iglesia ha sido la dependencia del hombre.
Los hombres han deshonrado a Dios por no apreciar su suficiencia,
por codiciar la influencia de los hombres. Israel se debilitó por la
misma causa. El pueblo quería ser igual a las demás naciones del
mundo, de modo que exigieron un rey. Decidieron ser guiados por
un poder humano visible, en vez del poder divino, que era invisible,
el cual los había dirigido y guiado hasta entonces, y les había dado
la victoria en las batallas. Efectuaron sus propias elecciones y como
resultado se produjo la destrucción de Jerusalén y la dispersión de
la nación.