Página 237 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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Responsabilidades de los obreros médicos
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El estilo de vestir del médico, la forma como viaja, su mobiliario,
son nada delante de Dios. Él no puede obrar con su Santo Espíritu
en los que tratan de competir con el mundo en su manera de vestir
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y en la ostentación. El que sigue a Cristo debe negarse a sí mismo,
tomar su cruz e ir en pos de él.
El médico que ama y teme a Dios no necesitará hacer ninguna
ostentación para distinguirse; porque el Sol de Justicia brilla en su
corazón y se revela en su vida, lo cual le da distinción. Quienes
trabajan para Cristo deben ser epístolas vivientes, conocidas y leídas
por todos los hombres. Por su ejemplo e influencia, hombres acauda-
lados y talentosos se apartarán de las cosas materiales que carecen de
valor para asirse de realidades eternas. Se concederá mayor respeto
al médico que demuestre haber recibido sus instrucciones de Dios.
Nada obrará tan poderosamente para el progreso de las instituciones
y departamentos del Señor, como cuando los encargados de la obra
se mantienen afianzados en él, cual siervos fieles.
El médico descubrirá que poner en práctica los métodos de
trabajo de Dios redundará en su bienestar presente y eterno. La
mente que Dios ha creado él la puede moldear sin la intervención
del hombre, pero éste es honrado al pedirle Dios que coopere con él
en su gran obra.
Muchos consideran suficiente su propia sabiduría, y disponen
las cosas según su juicio, pensando obtener resultados maravillo-
sos. Pero si dependieran de Dios y no de ellos mismos, recibirían
sabiduría de lo alto. Quienes viven tan absortos en sus ocupaciones
que carecen de tiempo para acercarse al trono de la gracia y obte-
ner consejo de Dios, conducirán la obra por caminos equivocados.
Nuestra fuerza radica en mantenernos unidos con Dios mediante su
Hijo unigénito y en la unión de unos con otros.
El cirujano de auténtico éxito es el que ama a Dios; el que
contempla a Dios en su creación y lo adora, mientras observa su
sabiduría en la disposición de los componentes del organismo hu-
mano. El cirujano de mayor éxito es el que ha temido a Dios desde
su mocedad, como lo hizo Timoteo, y que siente que Cristo es su
compañero constante: un Amigo con quien siempre puede estar en
contacto. Tal médico no cambiaría su posición por el puesto más alto
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que el mundo pudiera ofrecerle. Está más ansioso por honrar a Dios