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Testimonios para la Iglesia, Tomo 6
Los ministros del Evangelio, estadistas, autores, hombres con
riquezas y talento, con gran habilidad comercial y con potencial
para ser útiles, están en mortal peligro porque no ven la necesidad
de mantener una estricta temperancia en todas las cosas. Debemos
atraer su atención a los principios de la temperancia, no de manera
mezquina o arbitraria, sino a la luz del gran propósito de Dios para
la humanidad. Si se les presentaran así los principios de la verdadera
temperancia, muchos de las clases altas reconocerían su valor y los
aceptarían de buen grado.
Existe otro peligro al cual están especialmente expuestos los
ricos, que constituyen un campo de trabajo para el médico misionero.
Son muchísimos los que prosperan en el mundo sin descender a
las formas comunes del vicio; y, sin embargo, son empujados a
la destrucción por el amor a las riquezas. Absortos en sus tesoros
mundanales, son insensibles a los requerimientos de Dios y a las
necesidades de sus semejantes. En vez de considerar su riqueza
como un talento que deben usar para glorificar a Dios y elevar
a la humanidad, la consideran como un medio de complacerse y
glorificarse a sí mismos. Añaden una casa a otra, un terreno a otro;
llenan sus hogares de lujo, mientras la escasez abunda en las calles y
en derredor de ellos hay seres humanos que se hunden en la miseria,
el crimen, la enfermedad y la muerte. Los que así dedican su vida a
servirse a sí mismos, no están desarrollando los atributos de Dios
sino los de Satanás.
Estas personas necesitan el evangelio para apartar sus ojos de
la vanidad de las cosas materiales y contemplar la belleza de las
riquezas duraderas. Necesitan aprender el gozo de dar, la felicidad
de convertirse en colaboradores de Dios.
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Esta clase de personas con frecuencia es la más difícil de al-
canzar, pero Cristo proveerá los medios para alcanzarlas. Busquen
a estas almas los obreros más hábiles, confiables y prometedores.
Con la sabiduría y el tacto generados por el amor divino, con el
refinamiento y la cortesía como frutos de la presencia de Cristo en el
alma, trabajen por los que, deslumbrados por el brillo de las riquezas
terrenales, no ven la gloria del tesoro celestial. Estudien los obreros
la Biblia con ellos, grabando en sus corazones las verdades sagradas.
Léanles las palabras de Dios: “Mas por él estaís vosotros en Cristo
Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación,